A día de hoy, la figura de Maud Wagner sigue siendo un ejemplo de rebeldía y superación para el mundo del tatuaje, ya que esta mujer logró romper con los estereotipos y abrió, sin ningún miedo, la entrada a un campo que estaba totalmente dominado por el género masculino.
Maud Wagner nació en Kansas, Estados Unidos, en el año 1877. La joven comenzó trabajando como acróbata y contorsionista en el circo. En 1904, en uno de sus espectáculos se encontraba Gus Wagner entre el público, el hombre más tatuado de América contaba con más de 260 impresiones de tinta en la piel.
El hombre, quedó prendado de Maud desde el primer momento, y le sugirió tener una cita, a lo que ella le respondió que quería que le enseñara el arte del tatuaje. Ambos aceptaron el acuerdo.
Por entonces Gus ya era un reconocido tatuador que utilizaba la antigua técnica del handpoked. Este estilo utilizaba simplemente una aguja y tinta, como si de acupultura se tratase.
El tatuador empezó a instruir a la joven en el mundo del tatuaje, y ambos utilizaban el cuerpo del otro como lienzo. Él, recubrió el cuerpo de Maud con monos, mujeres, leones, caballos, árboles, serpientes e incluso su nombre en su brazo izquierdo hasta que la joven se convirtió en la mujer más tatuada de América.
Contrajeron matrimonio y Maud comenzó a tatuar a sus compañeros del circo, y hasta algunos voluntarios del público. La pareja se popularizó y comenzó a viajar por el mundo tatuando en diferentes ferias. A pesar de que, por la época ya existían máquinas de tatuar, ellos siguieron fieles a su técnica de tinta, aguja y mucha paciencia.
La historia de Maud ha sido un hito histórico que revolucionó la percepción de las mujeres en el mundo del tatuaje, ya que antes se achacaban a prostitutas, o personas de mala vida.
A día de hoy, no se sabe mucho más de la vida de Maud, solo que tuvieron una hija, Lotteva, que, como era obvio, se dedicó al mundo del tatuaje y que comenzó a conocerlo con tan solo nueve años, bajo la supervisión de sus progenitores.