Cines Llorente y Victoria: súper, restaurante, bolera y… cine ‘S’

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El otro día, mientras hacía tiempo para subir a mi casa de Garrido, encontré un bar en Gargabete, frente a la farmacia de Alfonso. Era un local con barra pequeña, pero con bastante espacio, pues al fondo, estaba dotado con varios billares, al más puro estilo estadounidense, o de otras ciudades más grandes. Billares siempre ha habido, pero no de las dimensiones de este escenario. No sé si escribo bien el nombre, pero se llama Balabushka y, buscando en ese diccionario rápido que es Google, la primera referencia es George Balabushka, un fabricante de tacos muy famoso ya fallecido, así que quiero suponer que el nombre es en referencia a él.

Un bar con gente muy variopinta. En realidad, me pareció un oasis en un barrio cada vez más desertizado, al menos de ‘garriders’ (creo que se hacen llamar así) de toda la vida. Me pareció como un punto de encuentro para distintas realidades sociales del barrio, pero los clientes me dieron la impresión de asemejarse a aquellos pobladores del barrio de los últimos setenta, todos los ochenta y gran parte de los noventa. Posteriormente no me digan qué ha pasado, pero a veces me siento extraño en el que siempre fue mi barrio, en el que jugué por sus calles, en el que conocía cualquier rincón, a cualquier habitante, donde hice casi todos mis amigos, donde iba a echar la partida, donde me gané mis primeros ‘sueldos’ echando la mano a un amigo. Pues los clientes de ese Balabushka me parecieron en su mayoría gente sana, de cualquier edad, de distintas condiciones, pero sintiéndose parte del barrio, como hacíamos en aquellas décadas que antes citaba. El barrio era nuestro reino y todos teníamos nuestro espacio y el respeto era una constante. Bueno. En realidad, ya he escrito varios artículos sobre Garrido en el que creo que dejo bien claros mis recuerdos. Tal vez en breve escriba algún otro, porque uno se hace mayor y la memoria cada vez mira más a los primeros años.

Bueno. El caso es que mientras observaba el bar, su idiosincrasia, su gente, muchos chicos y chicas jugando al billar y otros tantos esperando empecé a recordar cuando llegué al barrio hace casi cincuenta años. En la esquina creo recordar que todavía se conservaba el cartel de los antiguos Cines Llorente. Nunca llegué a ir y no recuerdo si coincidí con ellos abiertos, pero es un recuerdo que permanece y que cuando nos juntamos unos cuantos para recordar y sale el nombre de los cines antiguos, servidor levanta la mano y presume de que vivió al lado de los cines Llorente. Pero mis recuerdos van mucho más allá porque en esos locales, un servidor ha vivido múltiples experiencias pues recuerdo bajar a comprar cuando fue un supermercado y recuerdo ir a comer cuando fue un comedor universitario. Eran mis comienzos en el periodismo y yo era un simple colaborador en el ya desaparecido El Adelanto. Compartía horas y experiencias junto a un equipo inolvidable. De ellos, Roberto (el jefe, ‘il capo’), extremeño de pro, y Javi Martínez, alias Kalili, peñarandino orgulloso, vivían de alquiler. Yo llevaba vida independiente, pues mis padres, por suerte, siempre me dieron la libertad suficiente para obrar y decidir según mi conciencia. Por eso, muchos días me iba a comer con ellos, que a diario acudían a los comedores universitarios pues el bono le salía más barato y, además, con él me invitaban. No duró mucho como comedor universitario, pues no iba mucha gente. Yo creo que eso hacía que me gustar más. Además, daba la posibilidad a las cocineras de ser más generosas con las cantidades, así que mientras recordaba aquellos años, a mi mente llegaron los sabores de las lentejas, la ternera con salsa y champiñones, los estofados, la pasta, que degusté en múltiples ocasiones.

Así que pensando en aquellos ya casi ‘olvidados’ me puse a recuperar más recuerdos, que me llevaron, en esta ocasión, a los cines Victoria. Ubicados en la confluencia entre la Avenida de Portugal y la Carretera de Ledesma, los recuerdo bien porque pasaba por ellos todos los días para ir a la parcela que tenían mis padres en Villamayor. Yo era un renacuajo, pero en mi memoria está que eran unos cines para mayores. Por eso, un servidor, pasaba por ese tramo del trayecto con pudor a la hora de mirar los carteles. Vamos, que pasaba mirando de reojo. He buceado por Google y he tratado de recuperar mi más tierna infancia, porque siempre tengo en la cabeza que las películas que echaban eran ‘X’, catalogación destinada a cintas con alto contenido sexual, erótico e, incluso, pornográfico. Sin embargo, pienso que no eran ‘X’ sino ‘S’, que creo que era directamente cine para adultos ya fuera por contenido sexual o de violencia extrema. Bueno. Espero que después de leerlo sean ustedes quienes refresquen sus memorias y me saquen de dudas, tanto de las catalogaciones como de las cintas que se proyectaron en los Cines Victoria, aquellos cuya cartelera miraba un servidor siempre de reojo en su tierna infancia.

 

Autor

Periodista y comunicador. Licenciado por la Universidad Pontificia de Salamanca.