A partir de mañana empezaremos con el análisis de la temporada del Salamanca UDS, del Guijuelo, del Perfumerías Avenida y de quien se tercie, pero hoy no nos queda otra que viajar hasta Torremolinos. Allí, un ex del Salamanca UDS ascendía al equipo local a Primera RFEF, culminando dos años espectaculares con dos ascensos seguidos y demostrando una valía que ya arrastraba con su dilatada trayectoria como entrenador. Hablamos de don Antonio Calderón. Y no nos ceñimos sólo a los resultados, sino que lo hacemos a una labor que le ha permitido, a lo largo de su carrera, entrenar en más de una ocasión en varios clubes, lo que demuestra su saber hacer pero, sobre todo, su compromiso. De hecho, también estuvo en dos etapas en el Salamanca UDS. La primera con enorme éxito en lo deportivo, salvando a un equipo que, durante parte del campeonato iba a la deriva y con multitud de problemas internos, y la segunda en la que parece que, aunque vino con carta blanca, lo que trascendió es que le tocó asumir cosas inasumibles que acabaron con su salida a mitad de temporada.
El compromiso y el trabajo suelen ser innegociables en el camino hacia al éxito. En este momento nos centramos en Calderón porque es el que acaba de conseguirlo. Pero ya en este club lo han demostrado otros entrenadores, independientemente del resultado obtenido. No es cuestión de enumerarlos a todos porque, además, cada uno merece su capítulo aparte y hay que analizar diversos factores en su trabajo, pero en la retina de todos los aficionados está el recuerdo de Lolo Escobar. En el caso de María, no sé por qué tengo la opinión que desde arriba nunca se llegó a confiar en él, ni en la primera etapa ni en la segunda, pero ni su trabajo ni su entrega se pueden poner en entredicho. Y eso lo sabe y lo respeta al menos el 99,99 por ciento de gente que va al Helmántico. También aparecen por ahí Pablo Cortés y su meritorio ascenso a Segunda B o Pitu, al que se le ofreció el equipo y prefirió abandonar el club. Lo que me preocupa es que muchos de ellos no hayan tenido acomodo en la entidad de una u otra forma, sin menoscabar al excelente trabajo callado que se realiza dentro. Pero bueno, no queremos entrar en una espiral de nombres y análisis pormenorizados, sino ir al grano.
El grano, en esta ocasión es el ascenso del Juventud Torremolinos a Primera RFEF, pero no por el equipo en sí, sino por su líder y no por el hecho en sí, sino por el camino hasta llegar hasta ahí. Ese camino, sin duda, es fruto de un proyecto. Conocimos de cerca a Calderón en su primera etapa. Como futbolista no hay que presentarlo. Su larga trayectoria en Primera División, en equipos históricos, le avala. Eso conlleva un conocimiento del fútbol y del vestuario imprescindible a la hora de ‘atacar’ cualquier objetivo.
Hay que ser conscientes de que en el fútbol, lo único redondo es el balón. El balompié está marcado por las múltiples aristas que le rodean y cuanto mayor conocimiento haya de ellas, más fácil será superarlas o afrontarlas. En el caso de Calderón, es obvio que, como se suele decir, sabe más que los ‘ratones coloraos’ y eso ya nos lo demostró en una temporada dificilísima en la que supo unir equipo, directiva y afición para lograr el objetivo de la permanencia en Segunda B. Lo que no sabemos realmente, aunque imaginamos, es por qué al término de la temporada cogió ‘las de Villadiego’, aun sabiendo el amor que le tenía a la ciudad y al club. Aun sabiendo que se marchaba para empezar de cero. Eso sí, empezando de cero, acabó subiendo de carrerilla al Linense a Primera RFEF. Por algo sería.
Su segunda etapa en el club del Helmántico fue toda una cascada de despropósitos y, aunque no han trascendido, todo indica que lo que se habló, se imaginó, se negoció o se perfiló, no se cumplió ni la mitad, y da la impresión que no fue por su parte. Desgraciadamente, tuvo que dejar el proyecto (o lo que fuera) y dejar a su querido Salamanca UDS.
Sin embargo, el tiempo le ha llevado a embarcarse en el Juventud Torremolinos. Un proyecto basado en el trabajo que ha obtenido sus frutos. Unos frutos sabrosísimos pues en dos años ha saltado de Tercera a Primera RFEF y, encima remontando en la última jornada ante su rival. El equipo alicantino es propiedad del grupo japonés ACA Football Partners, que ha permitido el crecimiento de la entidad desarrollando un proyecto en el que Calderón y su experiencia están siendo pieza clave y demostrando que la existencia de un proyecto en cualquier club es fundamental. Aquí poco más podemos decir que no hayamos dicho ya. Siempre hemos dicho que esa existencia en el Salamanca UDS dependía de dos factores: el primero de ellos el escudo, que me da que no ha estado bien representado, y el segundo el convertir de nuevo el Helmántico en la ‘Tercera Catedral’ de Salamanca. Ni una cosa ni la otra. Ahora juzguen ustedes.
De momento, permítannos que felicitemos a un Antonio Calderón que, aunque a cientos de kilómetros, sigue teniendo un trozo de su corazón blanquinegro y que, consciente o inconscientemente sigue instalado en los buenos recuerdos de este Salamanca UDS en los últimos años. Gran parte de la afición lo lleva también en su corazoncito y, a buen seguro, que hoy no sólo celebran su éxito, sino que miran atrás y se dan cuenta de la importancia de un proyecto fuerte y sólido. Ojalá pronto en el club blanquinegro puedan presumir de lo mismo.
Y una cuestión. Busquen el número de abonados del Juventud Torremolinos y compárenlo con el del Salamanca UDS (“no digo ná y lo digo tó”).