El periodismo deportivo, de la ilusión al ‘copy & paste’

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Si no fue el primer día que entré a trabajar en serio por primera vez, hace ya más de dos décadas, fue el segundo. Un redactor jefe me dijo “un periodista sólo es noticia si muere y, generalmente, si es de forma violenta”. La forma de decirlo, en realidad, me dejó, cuanto menos, estupefacto.

Y es que cuando empecé a estudiar la carrera tenía muy claro que iba a ser el sucesor de José María García o alguno de los otros grandes hombres del periodismo de la época en que estudiaba, pero también de mis años de adolescencia, en los que fui forjando mi vocación.

Se perfectamente por qué me decanté por esta carrera. Recuerdo una y otra vez una conversación con mi padre en la que trató de disuadirme, pero en la que tras ver mi convencimiento me montó a su espalda y me dijo que no me preocupara de nada más que de estudiar, que de lo demás ya se ocuparía él y buscaría la fórmula de hacerlo.

Esto viene al caso porque para una familia humilde, con escasos recursos económicos, que un hijo estudiara en una universidad privada con todo lo que ello conlleva era un coste difícil de soportar. De hecho, en el camino se quedaron algunos compañeros de instituto que tenían la ilusión de ejercer de periodistas en un futuro próximo.

Y es que cuando yo estudiaba se estudiaba para ser periodista. En los siguientes años llegaron otros compañeros de camino como la publicidad y las relaciones públicas, el marketing y demás. Pero un servidor considera que la gestión de la información abarca tanto, que debe tener entidad por sí misma.

En aquella época soñaba con ir al Tour de Francia, pero al final todo se redujo a una pequeña estructura en la que un servidor ocupaba los últimos lugares… y a mucha honra. Fueron años intensos en un diario local. Años de asistir a cuatro y cinco partidos de fútbol de niños y regionales la mayoría de fines de semana, en los que alternaba con algún partido del entonces Halcón Viajes en La Alamedilla, carreras ciclistas, actos deportivos, y competiciones de atletismo.

Los que ocupaban el lugar más alto del escalafón lo tenían claro. La UDS. Era la ‘perita en dulce’ del periodismo salmantino. Eso te permitía codearte con Pepe Hidalgo, con jugadores del máximo nivel, con personajes conocidos a nivel nacional y, para muchos era la opción de fanfarronear o sentirse más importantes que el resto de los mortales. El resto éramos, generalmente, sus machacas. Cuando ibas al Helmántico era para coger declaraciones de futbolistas (muchas veces, en especial tras malos encuentros y tras encajar derrotas) era bastante desagradable. Mejor recuerdo guardo de cuando iba a hacer palco. Sí. En esas épocas los periodistas locales entrevistaban al terminar el partido al presidente del Salamanca para ver si soltaba alguna perla y, si el del rival era conocido, pues también.

Las redacciones eran una lucha constante para ampliar personal. En mi periódico recuerdo que los fines de semana nos juntábamos hasta diez personas en aquellas ‘repúblicas independientes’ para poder hacer enormes suplementos deportivos y abarcar toda la información posible.

Los que vivimos aquella época guardamos un grato recuerdo, porque, al final, había vocación e ilusión. Sin embargo, en apenas veinte años todo ha cambiado de manera radical

Aquellas redacciones en las que el personal acaparaba un número determinado de deportes, en las que se cubría todo lo que podía, se fueron desintegrando. Ya no sé si por mor de la crisis económica del 2007 o si la propia desidia de los medios, porque no acabo de concebir que siendo el deporte un motor mundial a todos los niveles, a nivel local nunca haya tenido la consideración debida.

Al menos eso pensamos durante mucho tiempo. Las redacciones se fueron vaciando. La asistencia a actos deportivos era cada vez menor y, la verdad, es que con el paso de los años la ilusión de acudir a ellos ya no era tan grande.

Además, poco a poco se fueron introduciendo las nuevas tecnologías. Primero las páginas web, luego un tal ‘twitter’. De inicio fueron algo fantástico, porque eran una fuente fidedigna y que te permitía dar noticias de prestigio. Me lo contaba Antonio Sánchez, que vino de Pekín alucinado con el enorme uso que hacían en los Juegos tanto atletas como miembros de las delegaciones. Vio enseguida que era una realidad imparable.

A partir de ahí, el crecimiento fue a más, y a más, hasta tal punto que todo vale. Valen hasta los rumores, las falsas noticias, la falta de ética. Se podría hacer un periódico sentado en una silla y simplemente ‘embudando’ noticias que circulan por la red y que llegan de organismos…

… He dicho ¿se podría hacer? Pues a lo mejor se hacen ya. Los periodistas seguimos creyéndonos importantes, pero este proceso ha redundado no sólo en la pérdida de cuerpo de las redacciones (con dos, tres o cuatro personas se hacen periódicos, por no hablar de los unipersonales) sino en la debilidad de la profesión. La credibilidad del periodista ha ido en picado y cualquiera se cree con el derecho de cuestionarla.

Los periodistas lejos de fortalecernos, de eliminar la mala praxis, de reivindicarnos, buscamos un estrellato efímero entrando al trapo en cuestiones que ni nos van ni nos vienen. Nuestra imagen para algunos es la de un periodista sentado frente a un ordenador actualizando twitter y esperando a ver si ‘Cazurreando’ suelta alguna noticia relacionada con el equipo que cubrimos. Nos perdemos en ocasiones en lo accesorio y eso nos debilita, porque, al final, el público objetivo, sigue demandando información, aunque de principio se le pueda despistar con frases o con una información más cercana y visual. Al final, el consumidor, la inmensa mayoría, descubre que le falta información. Los clubes intentan hermetizándose y establecen una barrera con los periodistas que, generalmente, acaba llevando al enfrentamiento. Esos mismos clubes se permiten incluso vetar a los medios, la cosa más fea que existe cuando tienes mil formas de marcar las distancias con un medio que no sea impedirle hacer su trabajo. El dirigente puede elegir con qué medio hablar o no, que ya es veto suficiente.

Unos y otros tiran de soberbia y al final coges los periódicos y ves que la información disminuye y disminuye. Que llegas al verano y no hay nada importante en el deporte. Por ejemplo, si miramos atrás en el deporte charro este verano, ¿Qué es lo verdaderamente importante? ¿Hay algo que verdaderamente trascienda?

Aquellos primeros veranos el becario (detesto bastante esa palabra, pero entiendo que es de uso común) de deportes se hinchaba a hacer reportajes de deportes minoritarios. Era el momento de la petanca, del billar, de la gimnasia, del triatlón (en aquella época sólo unos valientes se atrevían a practicarlo), de los atletas veteranos, de tal o cual deportista individual olvidado el resto del año.

Hoy, tristemente, esos deportes ya no tienen ni siquiera esos reportajes. Eso sí, si se esmeran un poco y mandan una nota de prensa puede que tengan la mayor de las repercusiones, pero lo cierto es que nunca se sabe.

Como en todo, urge darle una vuelta, establecer parámetros nuevos en la línea de actuación y de trabajo, pero siempre siendo transparentes ante los lectores/oyentes. Sólo así podremos recuperar la credibilidad perdida y, sobre todo, poder oponer resistencia a todos aquellos que desde el anonimato de las redes sociales intentan desprestigiar una de las profesiones más bellas del mundo. Espero vuestras opiniones.

Autor

Periodista y comunicador. Licenciado por la Universidad Pontificia de Salamanca.