Hace un tiempo que cada vez me cuesta más escribir de este Salamanca UDS. Hace tiempo que ya no me sorprende nada. De hecho, tras los últimos resultados, no para de venirme a la mente la canción de La Deriva, de Vetusta Morla. La conocí hace ya unos años. Todos los días cerraban un programa radiofónico que escuchaba de camino al colegio de mi hijo. De hecho, creo que cuando me llamaron desde el club hace unos años para echarle una mano con la comunicación, creo que sonaba en la radio cuando sonó me llamaron para proponerme colaborar en llevar al club a cotas inigualables. Fueron varias temporadas magníficas que culminaron con el primer equipo en Segunda B, con el filial en Tercera y con varios equipos de base en Regional. Cuánto se hizo y con qué poco. Pudimos pasar de que la gente contara puntos verdes a llenar la grada del Helmántico. Sin embargo, no acierto a descubrir cuando empezó la deriva, porque, encima, la apuesta de la primera temporada en Segunda B fue fuerte por parte de la propiedad. Jugadores contrastados, de primer nivel para la categoría, un técnico con experiencia, una afición entregada (parte de ella sigue).
Sin embargo, con los primeros impagos creo que comenzó la deriva, una deriva que hoy, desde la distancia con el club y con los que lo regentan, veo que continúa. Siempre supe que el fútbol, como la vida, son ciclos. El mío pasó, pero antes de que llegara a su fin, yo ya tenía asumido que lo haría. Me quedo con el camino y con algunas de las personas que se quedaron en mi vida. Me quedo con recuerdos, con ilusiones y con trabajo, mucho trabajo. Tanto, que permitió pasar de la nada al todo, en un tiempo récord y en una etapa que muchos, ahora añoran. A lo mejor no estábamos ‘molones’, pero siempre nos enseñaron que el fútbol conlleva una especie de ‘liturgia’ que debe defenderse: lo que pasa en el campo, queda en el campo, el vestuario es terreno sagrado de los futbolistas, el equipo está por encima de las individualidades y todas esas cosas que muchos reconocerán. Un técnico que siempre lo representó y defendió fue don Luis Aragonés (qepd), pero son muchos los que lo conocen. Son los códigos del vestuario de los que él siempre hablaba. Y por encima de todo estaba la identificación del club con la ciudad. No sé si ahora se sigue persiguiendo esa identificación o ya realmente no importa.
Sólo sé que el aficionado es muy majo, pero en los meses veraniegos. Esos en los que, a pesar de todo lo vivido en temporadas caóticas, renueva su abono. Son muchos miles de euros, cientos de miles de euros, que tampoco sabemos en realidad a qué se destinan. Suponemos que a tapar agujeros del año anterior y, por lo que se ve, a buscar un esfuerzo inicial que se diluye siempre al llegar octubre con los primeros impagos. Me gustaría no hablar de esto, pero es una realidad que persigue a la gestión de este club. Si ellos saben por qué, pues que lo expliquen si quieren. Y si no, pues el club es suyo y el estadio es suyo, que hagan lo que quieran y los aficionados, pues tendremos que aguantar, pero a mí me viene a la cabeza esa frase de “take my money and run” (y vaya que si take my money and run… Run que se las pelan).
En los últimos años “he tenido tiempo de desdoblarme”. Nunca he sido muy expresivo con mis sentimientos, supongo que por ese pensamiento de que mostrarte tal cual eres acaba debilitándote, pero me he desdoblado de un guardar los sentimientos para mí mismo, a ser mucho más insensible de lo que me gustaría. Llega un punto en que casi intuyes hasta lo que va a pasar con el equipo. Jugadores que parecen más malos de los son, resultados adversos, excusas varias, aficionados que cargan contra jugadores, aficionados que piden la cabeza de los técnicos, …
En realidad es un auténtico ‘deja vú’, una expresión que ya he utilizado con anterioridad y que, en las últimas semanas, veo que también utilizan algunos seguidores, por lo que intento no ser reiterativo. Sin embargo, parece que ya no nos queda sangre. El equipo no funciona, el club menos y parece que no tenemos sangre en las venas. Lo asumimos y ya está. Es la triste realidad, pero es la realidad.
Yo lo único por lo que no paso, y también lo he dicho en más de una ocasión, es por lo del estadio. Ese escenario ha sido el ‘teatro de los sueños’ de todos los salmantinos. Todos, quien más y quien menos, hemos sido felices allí alguna vez en nuestra vida. Algunos lo han sido muchas veces. Algunos lo han sido incluso perdiendo, porque el fútbol también tiene algo de sufrimiento y masoquismo. Y duele ver cómo está. Por supuesto que la propiedad puede hacer lo que quiera con él. Como si se quiere comer el hormigón trocito a trocito, pero la historia que arrastra bien merece unas cuantas mejoras. No sé si hay que pedirlo por favor, no sé cómo hacerlo, pero es un sufrimiento no sólo verlo en el mal estado en el que está, sino que, encima, las autoridades te tengan que tirar de las orejas por la forma en la que lo gestionas. Dicen que la mujer del César no sólo debe serlo sino parecerlo. Aquí, al final, algunos dicen ser una cosa, pero la realidad nos indica que son otra porque, al final, son lo que parecen. Pongan ustedes el calificativo que consideren oportuno. Puedes tener un Porsche en el garaje, que si no tienes para echarle combustible es como tener un tío en ‘Graná’.
Lo que está claro que “habrá que inventarse una guarida”, y que “no queremos timón en la deriva”. “Cada cual que tome sus medidas”. De momento no “hay esperanza en esta deriva”.