Lo cierto es que a medida que uno va peinando canas cuesta cada vez más mantener aquella vanguardia adolescente y juvenil. Cuando servidor era más joven, y supongo que muchos de ustedes también, las cintas (de cassette) tenían cara A y cara B. Algo parecido sucede con este Salamanca UDS que se empeña en mostrar siempre dos caras. Es como tirar una moneda al aire. Pero lo cierto es, y es justo reconocer, que tanto el año pasado en la segunda vuelta como esta temporada tras el encuentro con el Bergantiños (dos empates y cuatro victorias consecutivas ha enlazado), el equipo se ha empeñado en mostrar la cara A, esa en la que, en teoría, están los grandes ‘hits’, los que hacen historia. Sobre todo, este año, pues si el pasado, al menos en mi opinión, fueron más los resultados que la sensación, en esta ocasión el equipo parece haber encontrado el equilibrio entre el buen juego y los citados resultados. Un equipo sólido atrás y con sensación de dominador en el resto de facetas. En ese contexto es fácil que la calidad de un buen número de jugadores aflore y se convierta en alegrías para los aficionados. No seré yo quien entre a juzgar lo táctico, ahí otros sabrán más, aunque parte de la hinchada, a pesar de todo, sigue teniendo entre ceja y ceja a los técnicos, a los que pase lo que pase critican duramente.
Sin embargo, es tal la racha, que el desencanto acaba diluyéndose con el paso de los partidos/victorias y hacía tiempo que la afición no gozaba de una racha como esta.
Ese sería el nuevo Salamanca UDS, que tiene que confirmarse en los próximos partidos ante rivales complicados y pendiente de lo que depare el sorteo copero, que puede hacer que se desborde la ilusión en caso de un rival importante. Sin embargo, hay otro Salamanca que no cambia nunca y es el del entorno. No acaba de arrancar. De hecho, esta temporada también parecía que tenía dos caras con la llegada de nuevos efectivos para ayudar en el quehacer diario, pero finalmente, parece que todo vuelve al lugar de partida y eso hace que, a pesar de la felicidad, haya siempre un punto de intranquilidad. Ese ‘rugir de tripas’ que desata el nerviosismo pase lo que pase. Parece que el club está llamado a no conseguir nunca la felicidad absoluta de la que casi todos los clubes gozan en alguna racha. Lo cierto es que, a este nivel, podríamos hacer un símil con los motores de explosión y los Diésel.
Por eso toca disfrutar del momento, de esa buena racha y, sobre todo, de esa seriedad que el equipo está demostrando dentro del terreno de juego. Es así como se puede lograr un objetivo que, en un principio, al menos un servidor veía inalcanzable. No así el presidente, que habló siempre del ascenso de categoría. Ahora, tras los últimos partidos, se demuestra que el equipo, aun necesitado de tapar alguna carencia, está capacitado para, cuanto menos, meterse en la lucha por subir de categoría, porque en lo de ilusionar, no hacía falta tanto. Lo que se está viendo es lo que la afición lleva demandando hace tiempo y no sólo esta temporada. Se puede perder, pero dando la cara contra todos los rivales y en todos los partidos. Pero lo dicho, dejémonos de disquisiciones, que ya habrá tiempo para hacer otros análisis. Es el momento de que su sufrida afición disfrute, sueñe y se ilusione.