35 años después se encuentra con los pescadores que le salvaron la vida

- en Firmas
pescadores relatos oceano

Esta es una historia de esas que nos erizan la piel de emoción. Ocurre en aguas del Pacífico Norte a la altura de California y se completa en 2021 con un inesperado giro del destino.

Este hecho ocurrió hace poco más de tres décadas (1986) y la niña que se hizo mayor jamás había vuelto a ver a los héroes que la rescataron.

Pero por esos milagros del destino, hacia 2021 (35 años después), gracias a un podcast se pudo realizar el reencuentro entre salvadores y ya una mujer adulta, que como niña había sufrido tremenda experiencia traumática, ya que su padre, su madre, su hermana y otro matrimonio amigo, todos murieron en el accidente del barco.

La niña se llamaba Desireé Rodríguez (ahora se llama Desireé Campuzano) y que con solo con 9 añitos tuvo que presenciar la muerte de sus familiares uno tras otro, sin que pudiera hacer nada, porque el naufragio sucedió en cuestión de minutos, a pesar de que cuando el barco empezó a hundirse el padre comenzó a gritar para que abandonaran la nave, y con un giro inesperado volcó y solo sobresalía del agua la punta de proa. Los seis familiares no tuvieron más opción que tirarse al agua.

El relato nos ubica en un día de primavera del mes de mayo de 1986, que era un día soleado en el que la familia Rodríguez iba a pescar a la isla de Catalina, en California, en su barco recreativo de 8 metros de largo, que se llamaba DC Too. Al padre de Desireé, trabajador de la construcción de 30 años llamado Thomas Rodríguez, le fascinaba pescar; lubina, sobre todo.

El padre de la niña se había preocupado por enseñarle lo importante que es la actividad al aire libre y también le enseño a pescar. Aprendió a poner cebo al anzuelo y a lanzar el sedal. Y esto lo hacían todos los meses ya como una salida rutinaria. Pero ese maldito día que pasaron varias horas pescando en el Pacífico, iba a cambiar todo debido a una espesa niebla que surgió de repente y les envolvió por completo.

Desireé estaba media dormida en la mesa de la cubierta inferior del barco junto a Trisha, su hermana de cinco años, cuando escuchó al padre dando voces desesperadamente, por lo que su reacción fue empujar a su hermana hasta el agua fría y oscura, aunque ambas llevaban chalecos salvavidas. Este hecho marcó la diferencia, porque los adultos no se lo habían puesto. Después de ellas también salto su madre al agua, Petra Rodríguez que tenía 29 años y estaba embarazada.

Sin duda es terrible estar en la inmensidad del Océano Pacífico envueltos en la niebla sin visibilidad alguna y que el barco se hunde de esa manera sin que nada pueda detenerlo. Los seis familiares de la niña quedaron en el agua y Desireé recuerda ahora en su historia que a pesar de estar con su mirada recorriendo las caras de su padre, madre, tía, tío y hermana, ella nunca sintió miedo.

No se veía nada en derredor y solo una profunda oscuridad, aunque como ella relata, “había mucha paz y silencio”.

Pero el padre que era un hombre fuerte, decidió nadar adentrándose en lo desconocido a ver si encontraba ayuda. Por más que afirmara que volvería esto jamás sucedió. Ella hasta el día de hoy creía que él iba a volver, porque como niña tenía el convencimiento de que su padre era un héroe. Al poco tiempo su madre no resistió la situación y fallecía lo mismo que su hermana. No lo resistieron. Ella afirma que “no podíamos creer lo que estaba pasando y solo nos quedaba esperar”, en clara alusión a la espera tranquila que se produce cuando se ve la muerte como inevitable.

Quiénes eran los salvadores

El día que dos hombres que estaban aprendiendo las artes de la mar, Paul Strasser y Mark Pisano, ambos de 23 años y en buena forma física, no imaginaban que ese día 19 mayo iban a convertirse en héroes de un rescate de una niña que estaba flotando desde la noche anterior. Ellos estaban aprendiendo a capitanear barcos cuando dejaron el puerto de San Pedro ese día a las seis de la mañana. Llevaban 35 pasajeros a bordo del First String, un barco que habían ayudado a construir, que llevarían a pescar. Habían sido los mejores amigos desde que se conocieron, a los 14 años.

Se habían convertido en dos de los capitanes más jóvenes del puerto en San Pedro.

La tía y el tío de Desireé perdían y recobraban la conciencia

La consciencia se pierde y se recupera por el propio agotamiento mientras que la noche finalmente transcurrió y llegó la mañana siguiente.

Es increíble lo que la desesperación y el instinto de supervivencia provoca en las reacciones de las personas. Por ello, para tratar de permanecer despiertas, Desireé y su tía imaginaban qué cosas harían ellas una vez fueran rescatadas. Se decían así mismas que querrían quedarse en un hotel, pedir servicio de habitaciones y mantenerse abrigadas y cómodas bajo las mantas. Reacción normal frente al frío que estaban pasando.

“Todavía teníamos esperanza”, cuenta Desireé. “Creíamos que íbamos a salir de aquella”. En cambio, su tío no compartía su optimismo y relata que cuando el sol de la tarde se elevó sobre sus cabezas, él se alejó nadando. “Simplemente se rindió”, recuerda. Su tía le imploró que fuera tras él y no dejara que se ahogase. Pero si bien lo alcanzó sin problema, fue difícil sujetar a su tío por encima del agua, porque era alto y grueso. No pudo mantenerlo a flote y tuvo que soltarlo y dejar que se deslizara bajo la superficie.

No recuerda cuándo ni cómo murió su tía, pero, pronto, la niña de nueve años se encontró sola en el océano. Y este fue el momento clave en su historia de supervivencia, ya que tomó la decisión con tan solo 9 años de alejarse del barco, porque sabía que tenía que nadar hacia algún lado.

Esa misma tarde, Strasser y Pisano comenzaron el viaje de vuelta a San Pedro con su botín de jureles recién pescados. Casi a 11 kilómetros de la isla Catalina, Strasser percibió algo blanco brillando en el agua. Viró el First Tring hacia allí y miró por los prismáticos, creyendo que podría ser la defensa de un barco.

Cuando observaba comentaba con su compañero que algo estaba pasando ahí, algo raro, que alcanzaba a visualizar. Cuando se acercaron, Strasser recuerda que vio un cadáver boca abajo enredado en una cuerda.

Inmediatamente Strasser se comunicó por radio con la guardia costera mientras oía gritar a los pasajeros en la cubierta inferior. En la conmoción, vio a dos personas más en el agua: una flotaba boca abajo. La otra, con un chaleco salvavidas naranja, subía y bajaba con la marea, su cabeza y su pelo castaño apenas sobresalían del agua.

Strasser sabía que por tener puesto el chaleco salvavidas había una posibilidad de que esa persona aún estuviera viva. Pisano saltó al agua e impulsado por la adrenalina, nadó hasta la figura y la agarró del chaleco salvavidas. Aunque estaba casi inconsciente, Desireé se estremeció. Pisano nadó de vuelta al barco, donde los médicos de la guardia costera la cubrieron con botellas de agua caliente, que sintió como agujas.

Si el barco no hubiera pasado por ahí

Desireé relata que si el barco no hubiera llegado cuando lo hizo, “honestamente, no creo que hubiera sobrevivido. Creo que ya me había rendido cuando me encontraron”.

Estuvo hospitalizada y un día más tarde salió del hospital porque era una niña fuerte y resistente. La trataron por agotamiento e hipotermia. Cuando los oficiales de la guardia costera sacaron el barco de la familia del agua, no encontraron ninguna señal de colisión, y concluyeron que el oleaje, quizá de la estela de otro barco, pudo haber volcado al DC Too.

Los dos cuerpos que encontraron eran de la madre y de la tía de Desireé. La búsqueda para encontrar a su padre, hermana y tío fue abandonada dos días después del rescate.

Ella siempre sostuvo durante años que nunca había perdido la esperanza de que su padre hubiera alcanzado la orilla, llegando a pensar incluso que, a lo mejor, tenía amnesia y estaba viviendo en una isla sin saber que tenía una familia. Pero como ella misma dice, “cuando creces y te enfrentas a la realidad, te das cuenta de que, al final, no lo consiguió”.

La adoptaron unos tíos

Desireé Rodríguez, ahora Desireé Campuzano, fue adoptada por otros tíos. Nadie le preguntaba sobre su experiencia en el mar. Ella dice que su familia no quería que creciera con el trauma. Por un tiempo, trató de ir a terapia, pero luchó con aquel episodio ella sola, intentando ser una buena persona, preguntándose constantemente: ¿qué esperarían sus padres de ella? Estudió el bachillerato mientras preparaba una carrera en justicia penal.

En 2013 se casó y en 2015 fue madre. Cuando iba a cumplir 30 años, Desireé comenzó a pensar en sus rescatistas. Envió un mensaje a Oprah Winfrey para que la ayudara a encontrarlos, pero no recibió respuesta. En ocasiones, Strasser y Piasno también pensaban en ella. Especialmente cuando les pedían que contaran esa increíble historia del barco. Pero, ni Desireé, ni los hombres que la salvaron, sabían dónde empezar a buscar.

Strasser siempre afirmó durante estos años que “Desireé era un fantasma, que la salvamos. Está por ahí, en el mundo. Y eso era todo lo que sabíamos”.

Y llegó la pandemia en 2020

Las coincidencias en la vida son algo que siempre me ha fascinado, pero en este caso, parece un auténtico recoveco del destino, porque a Philip Friedman, como ocurrió con tantos millones de personas, el Covid le cambió los planes que tenía de volver a su trabajo como profesor cerca de Shanghai, en China. Era un aficionado a la pesca y ya con 63 años decidió quedarse con su familia en el sur de California y crear un podcast sobre su pasatiempo favorito.

En diciembre de 2020, lanzó “Aventuras Friedman”, donde presentaba historias de los pescadores del embarcadero y hablaba sobre barcos, pescas y excursiones.

En un episodio, Pisano narró el rescate de 1986 que con Strasser habían llevado a cabo y salvando a Desireé. Y sumando a las coincidencias, ese mismo día un tal Pablo Peña, de 41 años, escuchó el programa en su viaje de 20 minutos hasta su trabajo como ingeniero ferroviario. Mientras escuchaba la increíble historia, recordó una conversación que tuvo años antes con una ex compañera de trabajo, que le contó la historia de que había perdido a sus padres en un accidente en el océano y que ella había sido la única superviviente. Entonces Peña advirtió que podría tratarse de ella, pero tendrían que decir que su nombre era Desireé Rodríguez para estar seguro.

Entonces, en el podcast, Pisano dijo, “el nombre de la niña que rescatamos era Desireé Rodríguez”, añadiendo que había muchas Desireé Rodríguez en Los Ángeles.

Peña no salía de su asombro y pensaba que tal coincidencia no podía ser cierta. Había conocido al creador del podcast una década antes en un viaje de pesca, así que le envió un mensaje que decía “no puedes estar hablando en serio”, y sabía que debía localizarla. Porque él dijo que “había que darle un final a esta historia

Fue entonces cuando Friedman ideó un plan para sorprender a los pescadores con la mujer a la que habían rescatado años antes. Antes que nada, se puso en contacto con Desireé para asegurarse de que ella quería reunirse con sus rescatadores.

“Era inquietante. No lo digo en el mal sentido, sino como sobrecogedor”, admite Desireé, que ya era cuando ocurría esto una mujer sargento en la oficina de policía del condado de Los Ángeles. Y se preguntaba “¿qué probabilidades hay de que ocurra algo así, después de tantos años? Muy pocas”

Desireé accedió a ir al estudio unos días después. La idea era que fingiera que era una mujer llamada Raquel, una traductora que contaría el rescate de los capitanes para la televisión en español. Ella admitió que pasar por otra persona frente a Strasser y Pisano le ponía muy nerviosa y ella quería poner punto final al asunto. Sonreía mientras escuchaba a sus rescatadores contar su parte de la historia. No sospechaban de ella en absoluto. Después de casi diez minutos, Friedman puso fin al engaño. “Escuchen, quiero confesarles una cosa”, dijo. “Ella no es traductora. Voy a dejar que se presente”.

“Soy Desireé”, dijo ella, con la voz entrecortada. Pisano dio un golpe en la mesa al reconocerla. Entre abrazos, lágrimas y exclamaciones, los tres desconocidos contaron la historia que los reunió décadas antes.

“Siento que, en cierta forma, es como nuestra hija, porque la trajimos de vuelta al mundo”, dice Strasser.

A lo largo de años, Desireé se preguntó qué había ocurrido con los hombres que la rescataron. Ahora, al reencontrarlos, dice que espera permanecer en contacto con ellos para siempre.

El 18 de mayo de 2021, en el trigésimo quinto aniversario del accidente, Strasser y Pisano llevaron a Desireé y a su familia a la isla Catalina en su barco de pesca, recorriendo la misma ruta de años antes. “Nada parecía haber cambiado desde el día que la encontramos”, dice Strasser.

Detuvieron el barco y la familia rezó. Entonces los hombres les dieron ramos de claveles, rosas y azucenas para que las pudieran lanzar al agua como recuerdo. El detalle fue perfecto. No podían saberlo, así que Desireé les explicó, con lágrimas en los ojos, que las azucenas eran las flores favoritas de su madre.

Autor

Vicepresidente del FORO Ecofin y director de www.ecofin.es , CEO de www.demuestra.com, Presidente del Instituto Ecofin de Liderazgo, coordinador académico de la Red e Latam del grupo Media-TICS. Puedes enviarme comentarios y consultas a jzunni@telefonica.net