Pone encima de la mesa un vaso con un descafeinado solo con hielo y una taza con una infusión.
Se sienta frente a su acompañante, mirando, ambos, a través de la ventana. Uno en mangas de camisa y la otra con una chaqueta fina, pero descalza.
- Se está bien aquí- dice Él.
- A veces elijo bien los lugares- responde Ella.
Inician una conversación animada mientras el viento comienza a mover las hojas de los árboles lentamente. El sonido que se escucha es cautivador.
Algún chiste malo acompaña las anécdotas y las mil historias que se han ido produciendo a lo largo del verano que ya acaba.
- El verano se me ha pasado en un suspiro- comenta Ella.
- A mí se me ha hecho bola. Demasiado sube y baja- responde Él.
La vida nos arrolla sin darnos cuenta. La vida es un tsunami que agita emociones cuando lo que quieres es esa tranquilidad y paz que se mencionan en algunos libros y películas y que parecen estar al alcance de cualquiera en cualquier momento.
Una misma situación y diferentes puntos de vista.
- Te he echado de menos- se dicen.
Sonríen y siguen bebiendo sus respectivas bebidas mientras miran a lo lejos a través del cristal.
¡Qué bonito es ponerse al día!
Hay tanto que contar, aunque hables todos los días, que el tiempo parece corto.
Entre risas, infusiones, cafés y el paisaje, se pasa el día que da por concluido el verano, en espera de que, lo que queda aún de año venga cargado de un mar en calma que ayude a acomodar todo para estar dispuestas a otro tornado, tsunami de la vida que se encargue de arrollarles.
La amistad es esto y mucho más. Momentos que quedan guardados en un rincón del corazón y que te llenan y hacen que se hinche el pecho. Compartir historias de alegría y de pesar, de felicidad y de angustia. Es estar sin estar físicamente, sobre todo, cuando la vida te pasa por encima como una apisonadora.
Recomendación musical: “Gracias a la vida” de Mercedes Sosa.