En los momentos que estamos viviendo, parece que no hay buenas noticias.
Parece que no hay esperanza en el ser humano.
No quiero creerlo y aún tengo la ingenua idea de que existen seres humanos que valen la pena y que luchan por crear un mundo mejor, más humano, más fácil, más cercano…
Trato, en la medida de lo posible, de no centrarme en lo malo que me rodea y estar pendiente de aquello y de aquellas personas que son capaces de sostenerme y a las que contribuyo a sostener.
La familia y la amistad son mis motores. Y en este mundo hostil, donde el poder del más fuerte (no del que tenga la razón o un objetivo loable) prima por encima de todas las cosas, parece que la bondad y la honestidad no son bien recibidas.
Siempre hay que estar por encima, destacar y pisotear para demostrar que se es mejor, importando muy poco el bien común, porque es más importante el propio.
El «y tú más«, sin mirar el propio ombligo para ver la propia suciedad, está en boca de la mayoría, no permitiendo trabajar para que las cosas mejoren para toda la población. Es mejor el beneficio propio y el de las cuatro personas cercanas que piensan exactamente igual o que se dejan manipular.
Acusaciones sin fundamento, sin hacer una autocrítica y ver lo bueno de las propuestas de la otra parte. Siempre ver el lado negativo de las cosas, cuando, quizás, en realidad no las tienen y sería más recomendable arrimar el hombro para avanzar.
Ante este panorama, siempre trato de buscar mis pequeños oasis en el mundo, donde meterme en una burbuja y disfrutar de la vida, de mi vida, de los míos y de aquello que me hace seguir confiando en el ser humano.
Porque, a pesar de los pesares, sigo confiando, sigo creyendo y, por ello, sigo luchando por un mundo mejor.
Recomendación musical: “En el mundo genial de las cosas que dices” de Maldita Nerea