Recuerda esta frase: “a una persona se le valora por lo que vale su palabra”. Así de simple. Y consecuentemente, esa consideración como si de una joya se tratase, se convierte automáticamente en tu mejor crédito. Al principio de un trabajo en el que recién empiezas es duro, porque siempre te insumirá un tiempo demostrar lo que vales en lo tuyo. Pero a medida que vas agregando meses y años a tu calendario en relación con esta empresa, o si fuera en el ámbito público como funcionario/a, o en una ONG, da igual, en cualquier lugar, como suele decirse coloquialmente, “el tiempo pone a cada uno en su sitio”.
Es justamente en el sentido que se dice en esta afirmación lo que nos interesa hoy cómo lo estamos enfocando desde “El Faro de Alejandría”. Porque cumplir la palabra en tiempo y forma, a pesar de que con frecuencia pueden producirse reveses para llevar a cabo una acción o un compromiso que habías dado, lo importante es que finalmente se haya cumplido.
Esto conforma un aspecto esencial de tu personalidad que va a empezar a ser atendido por el resto de personas que te tratan a diario: las más cercanas y las que no, porque de algo sí se hablará de ti, que será de tu cumplimiento, de tu seriedad y responsabilidad.
Pero te agrego una valoración que va más en línea con este crédito que se concede de tu persona: me refiero a que queda como si tuvieses escrito en tu cara las palabras integridad y honestidad. Y estas dos palabras cuando definen a una persona, no te exagero, la joya que te decía más arriba es oro puro y cada vez valdrá más con el paso del tiempo.
No te olvides que en las crisis económicas cuando se devalúan monedas de países y se produce un incremento del endeudamiento de las naciones con la finalidad de que los gobiernos acudan en asistencia de los más desfavorecidos, lo único que ha demostrado que perpetúa su valor es la cotización del oro. Bueno, también hay otros metales preciosos muy valiosos y por supuesto la piedra por excelencia que es el diamante. Pero los mercados en todas las épocas se han guiado por el valor que asume el oro, el petróleo, el dólar, etc. Tu palabra cumplida cotiza como en oro.
O sea, que cuando llegas a sentir que no solo se te considera persona de palabra, sino que dibujas imaginariamente en tu rostro para que lo vea el resto del mundo, las palabras integridad y honestidad, te habrás convertido en un auténtico activo, de cuyo valor se aprovechará (en el buen sentido) la empresa en la que trabajas, o los clientes a los que atiendes, si, por ejemplo, eres un asesor fiscal. Lo que importa a las personas es que en la función que desempeñes, seas un profesional autónomo o el gerente de una empresa, que lo que tú prometas se cumple siempre, que no defraudas con falsas expectativas, y que siempre te aseguras que lo que se ha prometido sea realizable.
Vamos a ver cómo las personas se consultan unas a otras sobre el valor de una tercera
Imagina que quieres en plena campaña de Hacienda, cambiar de asesoría porque no estás muy contento/a cómo te han llevado las cosas el último año. Entonces, tienes una conversación con un amigo que tiene una empresa, que sabes que las cosas le van bien, entonces, surge la necesidad de consultarle. Y el diálogo es como sigue:
– ¿Tienes inconveniente en que consulte a tu asesor fiscal, porque voy a hacer un cambio de asesoría?
– No…para nada. Llámale y dile que vas de mi parte.
– Además de ser un profesional competente, ¿es una persona de palabra?
– Te aseguro que no te va a defraudar, ya que se puede contar siempre con todo lo que te dice y/o promete.
– ¿Tienes también opinión de otros amigos tuyos empresarios que confíen en él?
– No te preocupes… es una persona confiable.
Es evidente que cuando se produce este tipo de diálogos, siempre el que lo solicita es porque ha sufrido alguna mala experiencia y se siente decepcionado por la persona en la que confiaba y cree que no actuó como hubiera debido. O sea, que esa persona, el asesor fiscal al que deja, no estuvo a la altura de las circunstancias, y lo peor para él, que empezará a perder ese crédito personal, esa confianza que se había depositado en su trabajo, especialmente en el cumplimiento de su palabra.
Desgranemos el significado de la palabra “honestidad”
En un mundo en el que los ciudadanos a escala global desconfiamos de todo, sea el vendedor que nos quiere vender un móvil, el político regional que nos promete una mayor frecuencia de trenes y/o buses para conectar determinadas poblaciones alejadas con la capital de la provincia, o el director de la empresa que te ha prometido un curso de capacitación en inteligencia artificial con la finalidad que puedas utilizar estos nuevos conocimientos en tu puesto de trabajo, ya que estás haciendo continuos análisis del entorno, cualquiera de estas situaciones y promesas genera una desconfianza en la palabra dada.
Ten en cuenta que hoy día, lamentablemente, se han llegado a vaciar de contenido muchas palabras que en otro tiempo eran fundamentales para triunfar en el trabajo y en general en la vida. Me refiero a promesas que había hecho, por ejemplo, un abuelo sobre el destino de determinados terrenos, sus hijos y después sus nietos, respetaban los deseos de mantener el arrendamiento de determinada parcela a una familia que lo venía haciendo durante también tres generaciones. Lamentablemente este nivel de cumplimiento de la palabra dada la evolución de la sociedad y la complejidad de las relaciones con terceros, están cargadas de desconfianza y de promesas incumplidas.
¿Y este tipo de actitudes, como tú jefe que no cumplió con la formación prometida, qué consecuencias tiene en tu situación concreta? ¿Cómo influye en tu actitud hacia los demás? En que te haces con una piel de cocodrilo para soportar la realidad de lo que realmente ocurre, y que, por ejemplo, la inteligencia artificial que necesitabas para conocer con más datos y a mayor velocidad cómo se está comportando tu competencia y en especial, quieres ir viendo cuáles están siendo las tendencias, entonces sí que tendrás un sentimiento de frustración, lo que te generará una caída abrupta en la confianza hacia tu director, lo que incluso te hace pensar en dejar la empresa.
La experiencia no dice que es bastante frecuente en las organizaciones que las personas renuncien a su puesto a pesar del tiempo que llevan en él, porque están defraudadas con las promesas incumplidas de sus jefes de manera directa y por supuesto, de la dirección, cuando te ha demostrado reiteradamente que no cumple con la palabra dada.
Seguramente cuando anuncies que renuncias puede producirse un diálogo como el siguiente:
– ¿Pero es verdad que te vas a ir a fin de mes? ¿Cómo es esto posible? Si tenemos cifradas esperanzas en tu desempeño futuro, incluso sabes que estábamos valorando tu ascenso.
– Agradezco las palabras, pero en estos tres años no he tenido ni un solo curso de formación en referencia a las funciones que llevo en mi área, a pesar que lo reclamé en tres ocasiones. Se me dijo que se iba a hacer, pero que aún no había fecha fijada.
– Bueno tú perfectamente sabes que hubo algunos problemas financieros que nos hicieron modificar las prioridades de las partidas presupuestarias.
– Por supuesto que lo sé. Pero es que la formación debe ser siempre una prioridad.
Entonces, como ves querido lector/a, la honestidad, la credibilidad personal, la confianza, todos estos atributos tienen un denominador común que es la palabra dada y cumplida.
Si bien en épocas pasadas lo que se prometía se sellaba con un apretón de manos, que tenía más valor que un documento firmado, sin duda, a las personas que en el presente nos gusta hacer honor a nuestra palabra dada, también basta con un apretón de manos. Sin duda, para mí tiene la fuerza de una firma con todos los sellos y florituras que quieras ponerle.
Cuando estás sellando un acuerdo en una reunión, es obvio que tiene que haber hoy día documentos firmados, mails previos que se hayan cruzado, etc., pero sin duda, el momento en que las manos se entrelazan con fuerza, hay una comunicación gestual que tiene todo el poder del mundo.
Porque en ese momento en el que habría con seguridad varias personas a la firma de ese acuerdo, ninguna de las personas que han asistido y participado de dicha firma (el acuerdo) quiere que en el futuro se le recuerde como que no cumple con lo prometido, y te aseguro que la imagen de cuando todos estaban en la Notaría firmando y felicitándose, les volverá a la mente una y otra vez.
Esto lo he vivido en varias ocasiones a lo largo de mi trayectoria profesional, porque en la consulta siempre hay personas que vienen quejándose de los incumplimientos de un contrato (o sea, de lo prometido).
Fíjate que te estoy diciendo e insistiendo al mismo tiempo, que lo importante es “hacer honor a la palabra”. Esto responde a la voluntad de mantener no solo en tiempo y forma lo que se ha prometido hacer, sino hacerlo en línea (con todo rigor) con la ética que debe caracterizarnos, sin cambios sobre lo que se ha acordado, sin subterfugios y sin juego sucio, ese que hace que las cosas dichas en su momento (e incluso firmadas) se tergiversen sin ningún tipo de complejo. Esto es lo grave de los tiempos actuales, especialmente en el ámbito de la política.
A la clase política, como cualquier otra actividad humana, también le terminan afectando toda esta vorágine a la que vivimos, los tremendos cambios que la sociedad está haciendo como consecuencia de la innovación tecnológica, lo que lleva a que cambien las formas de trabajar, de liderar, de comportarse los consumidores, etc.
Todo…absolutamente todo cambia y con la característica más peligrosa de todas: que lo hace a gran velocidad y especialmente, nos damos cuenta que lo que habíamos adaptado hacia una nueva situación ya ha cambiado. Por tanto, hay que volver a adaptarlo, porque lo que la velocidad no puede evitar, es que también exista una profundidad en el cambio.
Esto implica que existen cosas nuevas que entran en el juego que antes no conocíamos. Entonces, ¿tiene sentido que mantengamos la palabra ante tanta necesidad de cambio? Por supuesto que sí, que lo único que hay que hacer es someterse al único imperio de la ética y la conducta que nos obliga a mantener la palabra, aunque, entre personas y organizaciones similares en cuanto a forma de proceder, conducta empresarial, prestigio, ética, etc., es razonable modificar agendas, volver a ajustar tiempos de cumplimiento, y hacer sentir a las partes, que, a pesar de esta vertiginosidad en la realización de los negocios, la palabra sigue teniendo valor.
La acción y todas las acciones futuras que emprendamos, sometidas a los cambios tecnológicos que las nuevas circunstancias nos exijan, no debe en ningún momento cambiar la palabra dada. Una cosa es ajustar una cláusula que perjudica a una de las partes y entonces se negocia. Otra muy diferente, es dejar un acuerdo/contrato en suspenso, porque una de las partes se aprovecha de una expresión que se pone en duda, o que no conviene cumplirla según lo que se había pactado, por lo que esto sí que es una falta de compromiso y romper con una conducta y ética empresarial que jamás se debe hacer. Y los directivos que forman parte estos acuerdos, cuando gozan de un prestigio en su liderazgo, jamás permiten que aspectos menores, partes de un acuerdo que está trayendo de cabeza a los técnicos, manche la trayectoria y reputación de esa organización.
Consejos finales
– Siempre debes hacer honor a tu palabra dada.
– Jamás pongas en riesgo tu reputación por no cumplir tu palabra.
– Tu reputación debes ejercerla en todos tus ámbitos: laborales, familiares y de amigos.
– Cada vez que alguien te solicite que te ocupes de una tarea o te pida ayuda para resolver un problema, tienes que afirmarte a ti mismo/a y a quiénes lo solicitan que lo vas a hacer.
– Que tu palabra tiene que convertirse en un activo que para los demás revista ese carácter de “invalorable”, justamente porque los demás le atribuyan todo el peso de la credibilidad, integridad, honestidad y que contra viento y marea la llevarás a cabo.
– Que no puedes comprometer tu palabra dada a cualquier coste, no solo hoy, sino jamás en el futuro.
– En el mundo de los negocios y en el ámbito profesional, tu palabra cumplida termina siendo un puente por el que circulará tu vida futura, tu prestigio: será tu vínculo permanente con la sociedad.
– Debes desoír a aquellas personas que no le dan valor a la palabra, o sin llegar a tanto, le presten poca atención a sus palabras y las utilicen de manera vaga y sin consideración.