EL FARO DE ALEJANDRÍA: ¿De quién aprendes más: de la persona humilde o de la soberbia?

- en Firmas
pescador y empresario moraleja

En términos generales hay dos tipologías de personalidad: las que podemos categorizar como sencillas y humildes (que es el colectivo mayoritario a escala global), frente a las soberbias y de ambiciones sin límites (que representan una minoría en el mundo frente a las anteriores). O sea, que el ejercicio que te propongo hoy es enfrentar la sencillez y humildad vs. la soberbia y la ambición desmedida. ¿Cuál es la finalidad? Tú sacarás las conclusiones, ¡estoy seguro!

Para ello, vamos a recurrir a un relato que es tremendamente descriptivo de ambas personalidades que hoy queremos representar. De esta representación que hagamos, surgirá una clara moraleja, como siempre me gusta hacer.

Nuestra historia corresponde al encuentro un poco casual entre un pescador y un importante hombre de negocios del lugar.

La ubicación de esta anécdota corresponde a un pueblo de pescadores en Italia, pero puede clonarse perfectamente para cualquier otra región del Mediterráneo, en la cual la pesca se convierte en una de las actividades económicas principales de la zona.

Son muchísimas las anécdotas (algunas reales otras no) que nos ilustran sobre la conducta y que reflejan las profundidades del espíritu humano, que ¡oh casualidad!, siempre las que más nos emocionan e impactan (como un modelo a seguir) provienen de personas sencillas y humildes. Esas gentes que hacen su trabajo y ningún logro que obtienen gracias a su esfuerzo, se les termina subiendo a la cabeza.

Hay una anécdota de Sylvia Plath que fue una escritora y poeta estadounidense, que hace un magnífico relato que se llama “El Pescador y el Empresario”, la cual es considerada por muchos como una auténtica historia de motivación.

Como es habitual en este espacio voy a darle réplica y para ello respetaré literalmente los párrafos como la autora los ha escrito, intercalando aclaraciones además de mis comentarios a fin de que se entienda bien el relato y especialmente podamos sacar partido de esta hermosa metáfora.

 “Érase una vez un hombre de negocios que estaba sentado en la playa de un pequeño pueblo italiano. Mientras estaba sentado, tomando un breve descanso del estrés de su agenda diaria, vio a un pescador remando en un pequeño bote de regreso al puerto. En el bote había algunos peces grandes”.

Totalmente impresionado, el empresario le preguntó al pescador: “¿Cuánto tardas en pescar tantos peces?”. A lo que él respondió «Oh, no tanto». Un poco confundido por su respuesta, entonces le hizo una pregunta más en línea con su pensamiento de negocios: «¿Por qué no pescas por más tiempo para pescar aún más?».

Y el pescador atónico le respondió: «¿Más? Esto es suficiente para alimentar a toda mi familia e incluso ofrecer algo a mis vecinos”.

Siguiendo con su estado de cierta incredulidad, este rico hombre de negocios le vuelve a inquirir:

“Entonces, ¿qué haces el resto de tu día?”, pregunta ante la cual el pescador respondió con una descripción sencilla pero clara de cómo era su jornada:

 “Bueno, por lo general he pescado mi pez a última hora de la mañana, momento en el que me voy a casa, beso a mi esposa y juego con mis hijos. Por la tarde, duermo una siesta y leo. ¡Por la noche, voy al pueblo a tomar una copa con mis amigos, tocar la guitarra, cantar y bailar hasta la noche!”.

Y fue ese mismo instante en que al hombre de negocios le surgió su vena empresarial, y empezó a hablar de sí mismo (como suele ocurrir) y a continuación a darle algunos consejos al pescador:

 “¡Tengo un doctorado en negocios! Puedo ayudarle a ser mucho más exitoso. A partir de ahora, debería pasar más tiempo en el mar y pescar tantos peces como sea posible. Cuando haya ahorrado suficiente dinero, compre un bote más grande para pescar aún más. A partir de ahí, pronto podrá comprar más barcos, establecer su propia empresa, construir una planta de producción para enlatar el pescado y controlar la distribución, y trasladarse a la ciudad para controlar sus otras sucursales”.

El pescador lo escuchaba atentamente y cuando terminó su exposición el especialista en negocios, le preguntó: “¿Y después de eso?”. Como diciendo qué es lo que viene a continuación. Entonces, el empresario esboza una sonrisa y le responde: “Después de eso, podrás vivir como un rey, hacer pública tu empresa, poner en circulación tus acciones y ser rico”.

Y el pescador insiste una vez más: «¿Y después de eso?».

Sigue la exposición del experto diciendo: “después de eso, puede retirarse, mudarse a una casa junto al mar, levantarse temprano en la mañana para ir a pescar, luego regresar a casa para jugar con sus hijos, besar a su esposa, tomar una siesta en la tarde y unirse a sus amigos en el pueblo para beber, tocar la guitarra y bailar hasta la noche!”.

Y ahora sí que el pescador estaba muy desconcertado, por lo cual le responde: «¿Pero no es eso lo que estoy haciendo ya?”.

Para el pescador toda la historia fantástica que el hombre de negocios le relataba sobre en la que podría convertir su vida si seguía sus consejos, no era más que lo que ya estaba disfrutando en el presente. Por eso decía “¡No es eso lo que estoy haciendo ya!”.

Moraleja de la historia:

La escritora Sylvia Plath sintetizó la moraleja de esta historia en: “conténtate con lo que tienes. ¿Realmente necesitas seguir presionando para obtener más? El estrés es a menudo una elección. Hay alegría y paz en la sencillez”.

Los elementos que introduce en su conclusión de este hermoso relato, son, a mi entender los siguientes:

1º) saber contentarse (estar satisfecho) con lo que se tiene y lo que se ha logrado hasta el presente.

2º) Evitar todo tipo de presiones, esa que nos metemos a nosotros mismos cuando queremos llegar a determinada meta, cueste lo que cueste, dejando de saborear el presente (cosa que una gran mayoría no disfruta) y estar siempre en una lucha por ese futuro, que, si después no llega, nos provoca gran frustración.

3º) La búsqueda continua de más dinero y posición, como una carrera de fondo, en la cual nada nos satisface, siempre hay un peldaño más que subir. Cuando esto ocurre, las personas, además de no disfrutar de su presente (aunque digan lo contrario) están siempre pendientes de qué nuevas acciones van a hacer el día de mañana y el día posterior al de mañana y el mes que viene, y así en una sucesión imparable de metas y objetivos.

4º) Esta lucha constante te carga de estrés, y cuánta más lucha más estrés y angustia, lo que alimenta ese sentimiento que es dañino (un sufrimiento que generalmente se vive en silencio) y que nos hace estar insatisfechos, disconformes por cómo han salido las cosas y también por cómo las estamos llevando. Pero, frente a la familia (el núcleo duro) siempre se oculta, para no preocuparlos, aunque como suele decirse coloquialmente “la procesión va por dentro”.

5º) Comparto con Sylvia Plath “que hay alegría en la sencillez”… y también que nos da un estado de cierta paz interior, muy contrario al otro estado estresante que provoca ese eterno sentimiento negativo que es la disconformidad con lo que tenemos y/o con lo que somos, o sea: alegría y un nivel de felicidad razonable.

Autor

Vicepresidente del FORO Ecofin y director de www.ecofin.es , CEO de www.demuestra.com, Presidente del Instituto Ecofin de Liderazgo, coordinador académico de la Red e Latam del grupo Media-TICS. Puedes enviarme comentarios y consultas a jzunni@telefonica.net