El Faro de Alejandría: La mentira hiere, produce dolor y sufrimiento

- en Firmas

Si bien siempre abordamos desde “El Faro de Alejandría” todas las cuestiones que inciden en el bienestar de las personas, dada la dureza del tema que tratamos hoy, voy a iniciar mi aportación desde el ámbito de la política. Banjamin Disraeli (1804-1881) que fue un político, escritor y aristócrata británico que destacó por la convulsa época que le tocó vivir del siglo XIX, habiendo llegado a la posición de primer ministro de Reino Unido, sostenía que había tres tipos de mentira: “la mentira grande, la mentira pequeña y la estadística”.

En realidad, su pensamiento tiene vigencia más que nunca, ya que le dio forma a algo que convive entre nosotros desde que el mundo es mundo. ¡Sí! ¡A ese uso despreciable de la mentira como instrumento habitual en las comunicaciones humanas, especialmente cuando se quiere destruir el crédito de una persona!

Si una persona por la relevancia de su cargo (líder político o empresarial) es víctima de un atentado, como le sucedió recientemente al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, desde ya que entra en la categoría de acto criminal y está tipificado con todo rigor en los códigos penales de todos los países.

Pero no queda lejos de este acto criminal, cuando con el instrumento de la mentira se ensucia y quiere acabar con la carrera de una persona, convirtiéndolo no en un muerto biológico, pero sí en un muerto civil.

Y esto si bien sucede en el ámbito público de personalidades importantes, también, en otra dimensión, sucede en las relaciones interpersonales, en ese día a día en el que nos movemos, en el trabajo, y todo tipo de situaciones en las que podamos encontrarnos a lo largo dela vida: relaciones de amistad, pareja, familiares, en las que eres empleado, en la que ostentas la posición de jefe, etc.

Es un crimen intelectual la manipulación de la palabra y de los argumentos en perjuicio siempre de otra persona o de los ciudadanos, si se trata de una mentira política. Y en el ámbito estrictamente personal, también pululan siempre las “usinas del rumor”, los “dimes y diretes” y lo que hemos tratado en varias ocasiones desde esta tribuna en cuanto a la utilización de los tópicos y prejuicios. Éstos son típicos en las relaciones interpersonales y cuando una o más personas se refieren a otra, sea amigo o simplemente un conocido, también un compañero de trabajo denostándola, lo que se está haciendo es juzgándola cómo es, o lo que dice o juzgando alguna de sus actuaciones, generalmente sin fundamento alguno. Lo triste es que siempre esto se hace a “sottovoce” (que en italiano significa en voz baja).

Esto lo hemos abordado desde esta tribuna en ocasión de hacer un análisis sobre cómo mejorar nuestra gestión de las emociones. Cuando de las palabras que emanan como opinión o como comentario, da igual, pero a sabiendas que es una mentira, esto siempre produce daño (a veces irreparable) y especialmente un sufrimiento que no se lo deseo a nadie.

Verter falsedades o medias verdades sobre lo que ha dicho, hecho o dejado de hacer una persona, es una de las acciones más bajas a la que puede llegar un individuo.

Las personas serias que tienen sospechas ya fundadas sobre la forma de conducirse en la vida de determinada persona, que, por ejemplo, en su ámbito laboral se dedica a crear estas “usinas del rumor”, generalmente tratan de apartarse de este tipo de personalidades porque saben que son tóxicas, no solo en contra de la persona agredida por sus comentarios y/o insinuaciones, sino que son tremendamente negativas para todo el equipo y/o departamento.

Se enrarece el clima laboral, porque la toxicidad contagia y produce un malestar, justamente lo contrario de ese well-being que hemos defendido también en reiteradas ocasiones.

O sea, para que quede claro: quién usa la falsedad y la mentira para referirse a otra persona, ha caído al peldaño más bajo de la moralidad. Es más, sin darse cuenta, quién abriga tales comportamientos si no los ha perdido del todo está a punto de hacerlo: me refiero a sus principios y valores. ¡Así de claro!

Entonces, lo primero que debemos comprender, es que quién vierte mentiras sobre otra persona y las difunde, también entra en la categoría de mentiroso patológico. Además, con muy mala intención, ya que, si partimos de la base que a una persona correcta y con principios y valores, le comentan una mentira sobre otra persona a la que conoce, seguramente además de la cara de incredulidad que pueda poner cuando se lo dicen, no se va a sumar al carro de la difamación.

Seguramente quedará expectante de que dichas acusaciones se puedan constatar. Es la actitud más prudente. Hay otras personas que directamente rechazan este tipo de acusaciones y se resisten a escucharlas, es más: en el preciso momento que le insinúan algo al respecto, por ejemplo, de un jefe o de un compañero de oficina, dicen “a mí no me digas esto…yo no entro en este tipo de comentarios”. Con firmeza y determinación. Sin complejos. También es una demostración de carácter. Debo deciros queridos lectores/as que, en mi caso particular, pertenezco a este último grupo.

Pero, además, es que quién las vierte no hay duda que está moviéndose en un terreno muy pantanoso: el de las patologías.

Ahora bien: ¿es posible conocer cuándo alguien es un mentiroso patológico y está trasladando su propia imaginación enfermiza para manchar el crédito de otra persona?

Desde ya que hay indicios en la conducta de una persona que nos hace estar prevenidos sobre sus actos:

1º) Si es proclive a inventar historias dramáticas y fantásticas. ¡Piénsatelo! ¿O es que acaso no conoces a alguien de tu entorno, sea personal o laboral, con cierta tendencia a la fabulación?

2º) Si tiende a hacer un cambio constante de las historias que previamente ha contado, con el agravante de que, con frecuencia, se le pilla porque no recuerda el relato que lanzó a lo mejor hace un año atrás.

3º) Si sus respuestas son vagas y poco precisas cuando se le pregunta sobre sus relatos, su lenguaje corporal lo delata por la incomodidad del momento en el que repreguntamos, aunque solo sea por conocer más en detalle o aclararnos sobre lo que está contando.

4º) Mentir cuando no hay ningún motivo para hacerlo, como que lo convierte en una de sus características de personalidad: no puede con su genio, y siempre hay algo que tiene que inventar y/o verter sobre determinada persona.

5º) Ponerse a la defensiva cuando se da cuenta que el que escucha su relato no se está creyendo lo que dice. ¡Y cuidado! Que cuando “el ladrón es pillado” (una manera de decir) sus reacciones pueden ser incluso violentas.

Decíamos al inicio que la mentira puede ser grande, pequeña o la estadística, en clara referencia a los datos que gestionan los gobiernos. Pero también dije que este aspecto no lo íbamos a abordar hoy, aunque lo trataremos en futuros “Faros de Alejandría”. Pero si inicié con este pensamiento de Disraeli, es porque estamos siendo invadidos por miles y miles de comentarios, apuntes, reflexiones y un largo etcétera por las redes sociales, que se vierten sobre personas más o menos conocidas.

Y si cada persona a nivel individual hace el esfuerzo de filtrar un poco lo que lee, seguramente muchísimas de estas informaciones, difamaciones, calumnias, etc. perderían todo el peso que tienen.

Entonces cabe nuevamente lo de la mentira grande (la grosera, esa de bulto, que no se puede creer nadie con dos dedos de frente); en cuanto a la pequeña, son como minúsculos pellizcos que se dan sobre lo dicho o lo hecho por una persona, que puede ser incluso creíble, pero que no deberíamos darle validez salvo que tal afirmación resulte de una evidencia incontratable; los datos, pueden interpretarse de manera diferente (esto es lícito), pero lo que no es correcto ni decente es influenciar en la interpretación de determinado dato.

Por tanto, como puede verse, a nivel individual también caben perfectamente las categorías de la mentira grande, pequeña y la estadística que ocurren en la sociedad. Porque en nuestro mundo individual de las relaciones interpersonales, la perduración de una amistad, o de una relación profesional, no se puede sustentar más que en la limpieza de actuación, en el uso exclusivo de la verdad (ni siquiera hay que discutirlo con personas honorables) y con el único propósito de construir relaciones que se consoliden en el tiempo.

Nuestro título de hoy es contundente: “la mentira hiere, produce dolor y sufrimiento”. Las heridas que provoca son de esas que cuestan cicatrizar…el dolor que nos invade es de esos difícil de superar…y el sufrimiento que ha generado en el tiempo, en la vida de esa persona herida, no tiene reparación.

Pero tranquilos/as que la persona herida y con dolor tendrá su capacidad de resiliencia y recuperación. El tiempo también pondrá las cosas y a cada persona en su lugar. Pero el mentiroso que actúa de manera destructiva sobre el prestigio y trayectoria de una persona, es para mí perfectamente punible, y como esto no está tipificado en los códigos penales, sí debemos pedir para estos manipuladores de la palabra y la verdad, una fuerte condena social. Lo peor que hay para un mentiroso, es que le descubran.

Autor

Vicepresidente del FORO Ecofin y director de www.ecofin.es , CEO de www.demuestra.com, Presidente del Instituto Ecofin de Liderazgo, coordinador académico de la Red e Latam del grupo Media-TICS. Puedes enviarme comentarios y consultas a jzunni@telefonica.net