EL FARO DE ALEJANDRÍA: ¡Qué no decaiga el ánimo! Algunos consejos para levantarlo

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Si crees que eres el único que está desanimado o que con cierta frecuencia cae en el desánimo, lo que te aseguro es que no estás solo/a, porque en algún momento de su vida…todo el mundo…ha caído en el desánimo. Sin duda, cuando vivimos estamos experimentando cosas buenas y malas: ley de vida. Pero lo que nos fortalece como personas es que la experiencia de esos altos y bajos que se nos producen en el proceso de nuestra existencia, son los que terminan enriqueciendo nuestra vida.

¡Qué sería de nuestra trayectoria vital si no contáramos con ellos! Me refiero a esa sucesión de acontecimientos positivos, negativos, regulares tirando a buenos y también los regulares tendientes a convertirse en malos, etc., que conforman y determinan, sin lugar a dudas, lo que es nuestra personalidad. Porque la curten como se hace con un cuero en el proceso industrial para crear un bolso, y la terminan perfilando para que nosotros, como personas, seamos vistos con ese perfil que queremos ser vistos.

La imagen que queremos dar a los demás por la cual nos hemos esforzado en estos años, y por la que también hemos soñado, haciendo que lo que está en nuestra mente como meta alcanzable, pudiera convertirse en realidad. Metas que hemos podido cumplir o no, pero lo importante, es la manera en la que hemos ido progresando la que nos da suficiente crédito personal, como para que nos vean como personas serias y responsables.

Ten en cuenta que lo más importante para nosotros, es que nos sintamos bien con nosotros mismos y que nos perdonemos por no haber llegado a tener y ser todo lo soñado. Te aseguro que solo en un 1% de la población mundial puede llegar a corroborar que sus sueños y hechos cumplidos encajan a la perfección. El común de los mortales (el 99% restante), los que conformamos la población normalita y de a pie, jamás podemos encajar todas las piezas del puzle, y esto lo tenemos que comprender para no desanimarnos cuando no cumplimos todo lo que nos proponemos. Cuando esto se produce – en realidad a todos y con bastante frecuencia nos sucede – caemos fácilmente en el desánimo.

¡Vaya palabra más negativa! El desánimo, la decepción, el fracaso y los contratiempos son cosas que pueden ayudarnos si mantenemos una mentalidad positiva, de esas que te empoderan. Por tanto, una primera llave que te doy para que salgas del desánimo en el que te encuentras, es que aprendas a vivir de las experiencias, especialmente de los errores (de aquello que incluso, te cabrea, a veces te avergüenza, de cosas que no te han salido bien). Y entonces, serás capaz de minimizar la cantidad de tiempo que te puedes permitir permanecer desanimado. Así de simple y así de cierto. Es una actitud mental. Una actitud frente a la vida.

Ten la mirada puesta en el largo plazo, no en el corto

La fórmula que ocurre en tu cabeza para llevarte al desánimo no falla: tienes una expectativa (algo que estás convencido que te va a ocurrir) pero en sentido positivo, tanto a nivel personal como laboral, y lo que finalmente termina ocurriendo es que, como suele decirse “la realidad es tozuda” y lo que creíamos iba a suceder no termina acoplándose a lo que realmente terminó sucediendo. Pero lo primero que tienes que hacer es evitar crearte esas expectativas ilusorias que distan mucho de la realidad. Una cosa es el optimismo, que es bueno, y otra cosa la falta de realismo.

Por ello, si en el tiempo que ha transcurrido desde que has puesto en tu mente dichas expectativas, la realidad es que no ha ocurrido nada, entonces, cambia el chip de tu agenda mental, piensa más en el medio y largo plazo, siempre y cuando, por supuesto, estemos hablando de temas que sean factibles demorar en nuestra existencia.

No hay mejor manera de relajarnos que planificar. Por ello, hay una expresión que utilizo en mis seminarios para que la gente comprenda bien lo que estamos diciendo: “no hay mejor manera que descomprimir el presente (quitarle esa presión que es dañina) que planificando el futuro”.

¡Pero cuidado! Esta planificación también debe ser realista. Por eso, debes corregir esa tendencia que todos tenemos que tiene que ver con cuánto tiempo pensamos que deberían suceder las cosas. Y parte de la solución está en cómo gestionemos los plazos. A más largo plazo puede ayudar a disminuir el desánimo. Y la vida nos demuestra que la mayoría de las cosas que valen la pena llevan mucho tiempo, también esfuerzo. Y recuerda que “Roma no se construyó en un día”.

Ten paciencia y disfruta del proceso en el que estás actualmente. No te olvides jamás de vivir intensamente el presente, que no es lo mismo que vivirlo con un estrés negativo.

Te equivocas si siempre estás detrás de las recompensan

No puede ser que nuestra única motivación para hacer cualquier cosa, sea en cuestiones laborales o también en las personales, estemos guiando nuestros actos por aquello de lo que esperamos obtener en tal acción: o sea, la recompensa. Te aseguro que entonces nos estamos preparando para el desánimo.

Como suele decirse coloquialmente en el ámbito deportivo “lo importante no es ganar sino competir”, también debes aplicártelo en tu vida. Que no decaiga tu ánimo porque estabas buscando que te reconocieran con un ascenso en el trabajo, o con un nombramiento en la Universidad, o también, que te propusieran como presidente de la comunidad de vecinos en la que resides. Son infinitas las situaciones que pueden presentarse en nuestro día a día.

Pero lo que tienes que tener en cuenta, que, si estás trabajando, si bien no tienes posibilidades de cambio en el corto plazo, por ejemplo, que signifiquen un impulso en tu carrera, no debes preocuparte en exceso, porque LA ACCIÓN ES LO QUE VALE (estás compitiendo). Y créeme: la acción pasa a ser tu propia recompensa. Y te aseguro, que este solo hecho te da libertad.

Y cuando tenemos ese sentimiento de que somos libres, estás justo señalando el centro mismo del corazón de la felicidad. Porque estás trabajando, sigues tratando de perfeccionarte con unos cursos de capacitación, te ocupas y preocupas como debe ser por tu familia, y aunque no te ha llegado ese momento por el cual estás luchando, el solo hecho de seguir haciéndolo es una victoria, es tu recompensa por ver a los tuyos que reciben tu cariño y tu protección en base a lo que tú eres como persona, a lo que das cada día a los tuyos y a tu trabajo, en síntesis: la acción sigue siendo tu recompensa.

Cuando son tus propias reglas las que te traicionan

¿Es que tienes una regla que aplicas para ser feliz? ¿O al menos…eso es lo que tú te crees porque te ha dado resultado hasta ahora? Bueno…en realidad…crees que te ha sido de utilidad. Pero entonces, ¿qué es lo que tiene que sucederte para que te sientas feliz? Para que también tengas esa sensación de éxito. ¿Crees que puedes controlarlo?

Ante esta andanada de preguntas que quiero te formules, lo que pretendo es que veas más tus actitudes (todas ellas), tanto cuando las cosas te salen bien como cuando no, como algo natural…que no es forzado. No vas a obligarte a ti mismo a “tirar del hilo” hasta que se corte porque quieres sentir únicamente una sensación de logro, de felicidad, de que como suele decirse “la cosa va bien” o que “en el día de hoy me han salido bien”, pero te olvidas que no siempre es así.

Más bien, con los tiempos que corren, seguro que quieres brindar si al menos se mantienen como ayer, o la semana pasada, o este último período (por ejemplo, seis meses), en que, si bien no has progresado todo lo que querías en tu trabajo, o para la puesta en marcha de un proyecto, etc., sí te has mantenido en carrera, o sea, sigues compitiendo.

Comprender esto (lo tienes que asimilar muy bien) es romper con ese ego que te traiciona con frecuencia, que no te hace sentir bien porque es el que te exige demasiado, es el que te hace comparar con otras personas, es el que no te deja dormir ni descansar bien.

El ego desenfrenado que nos provoca gran desánimo no porque nos haya ido mal, sino porque creemos que nos debería haber ido mejor, porque no nos miramos en nuestro espejo, sino en el de esa otra persona a la que en cierta manera le envidiamos por sus logros personales.

Si esto no lo puedes organizar mínimamente en tu vida, podrías estar encaminándote a una caída seria en el ánimo, camino directo a sentirte fracasado, aunque la realidad no lo indique. Porque tú te crees que has fracasado si persistes en tus egos, comparaciones y objetivos que tú realidad personal no te permiten alcanzar. Tus metas, cuando las fijas, tienen que ser objetivas y posibles. Ver la realidad y no una ficción de lo que tú crees es tu realidad.

Lo que tienes que procurar alcanzar es un estado de ánimo que sea evolutivo de manera normal, sin sobresaltos. No busques grandes incrementos de ánimo porque también experimentarás ruidosas caídas.

Pero sí que hay un conjunto de circunstancias que deben estar presentes para que nos sintamos realizados, o con un nivel de satisfacción razonable. No es conveniente que te aferres a reglas personales que te indican que determinadas cosas debes lograr, o que algunas deben suceder para que te sientas que tienes éxito. Pero el problema es ¿qué pasa si nunca las alcanzas? O desde el punto de vista psicológico, cuánto daño podrán hacerte estos pensamientos si nunca te sentirás exitoso hasta que no alcances eso que rondaba en tu cabeza y estaba dirigiendo tu vida.

Esa no es una forma aconsejable de vivir, más bien te generará un desasosiego permanente, una tristeza (esa sensación de falta de propósito) que te hunde en el espíritu y que incluso llegas a sentir una opresión en el pecho. Es el peso de esa insatisfacción.

Lo que tienes que hacer es crear reglas que te sirvan. Que esas reglas que tú quieres crear y con las cuales quieres vivir, también sean lógicas y estén bajo tu control. Por eso, no debes ni entusiasmarte demasiado cuando aciertas, del mismo modo que no amargarte ni desilusionarte mucho cuando te va mal. Sin estos altos y bajos podrás acostumbrarte a tomarte las cosas como más naturales, como que sí eres consciente que los hechos ocurren, que pueden salir mejor o peor, pero que siempre a final, se arreglan las cosas, porque has actuado con integridad, conocimiento de causa, experiencia, capacidad técnica en lo que haces, etc. O sea que, si tienes éxito, estás creciendo y mejoras, tu ánimo también lo hace. Pero sabes que ese éxito lo has logrado por dar lo mejor de ti.

¡Arriba ese ánimo que es posible lograr mucho con bastante menos de lo que tú piensas que necesitas!

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