Pues resulta que con esto de la guerra a más de uno se le ha puesto en el moño elevar el precio de la gasolina a límites estratosféricos. Tan altos que el propio San Pedro nos ha tenido que dar un toque porque ya asomaba el surtidor por la zona norte de la puerta celestial.
Que si lo que pretendíais era que cogiéramos más la bici como medio habitual de transporte simplemente haberlo establecido como medida obligatoria y ya hubiera bastado. Que los pobres transportistas están pasando las de Caín sin comerlo ni beberlo.
Fíjate si estará el tema mal que el otro día he visto un gasolinero con esmoquin sirviendo la gasolina con un pañito bordado en oro con el dedito meñique levantado como si de la alta aristocracia pareciese.
Bueno en esta semana he visto coches que se han desmayado del susto al ver los precios.
Está tan mal el tema que las estrellas Michelin ya no se las ponen a los restaurantes donde se sirven los platos más originales de la alta cocina sino que se las ponen a los surtidores más vanguardista.
El otro día fue mi amigo Pablito a la gasolinera que acostumbra y a la hora de llenar el depósito le miraron con cara rara. “Pa mí que este anda metido en asuntos de droga” susurraban los allí presentes. Y es verdad. No se engañen. Esto no hay persona humana, animal o cosa que lo aguante. Nos vamos a freír espárragos como diría aquel.
Y esa es otra. Lo de los espárragos no quiero decir. Lo de freír. Pero vamos a ver… qué ha pasado con el aceite de girasol. Jajajaja no ¿Qué ha pasao? Nos hemos vuelto todos locos. Pero si es un aceite de los de andar por casa. Para freír así rápido de manera mala. Que se ha puesto a precio de caviar. Que tenía pensado dar en la comunión de mi hijo un detallito de aceite y al final voy a comprar una botella para todos y que cada uno que se reparta como buenamente pueda.
Que locura es ésta que entre el papel higiénico, la gasolina y el aceite de girasol nos hemos vuelto majaras. Que estamos para que nos metan a todos en Telecinco y hacer un gran hermano pero de los gordos.
Aunque qué queréis que os diga, prefiero estar en una casa metido que para lo que hay fuera mejor me quedo dentro.
Eso sí no me metáis a mi amigo Pablito que terminamos pronto el reality.
Moraleja: Cuando cantaba el hijo del Fary eso de “Y cuanto más acelero más calentito me pongo…” ya sabía por dónde iban los tiros y no me refiero a los de esta maldita guerra inútil.