“Todo lo que necesitas es amor”, cantaban los Beatles.
Es cierto, pues sin amor el ser humano no puede vivir, ya que por amor y para amar fuimos creados.
Todos podemos amar, pues el amor es una decisión, y que quien se determina y opta por el amor tiene que echar mano del ánimo y del esfuerzo, porque perseverar en el amor no es nada fácil. Algunas veces se acumula el cansancio físico, psíquico y moral y se llega al límite de la resistencia humana. En muchas ocasiones sentimos la tentación de tirar la toalla, de echarnos atrás, de no aceptar la responsabilidad y el peso de nuestros compromisos que brotan del amor.
El amor es vida y, si se le alimenta, nunca muere. La vida humana merece que todos sigamos velando por ella, guardándola, protegiéndola, fomentándola. Cuando amamos la vida cobra un matiz especial y sólo él es capaz de hacer liviano lo pesado, y fácil lo difícil. El amor es la salsa con la que sazonemos todos los alimentos de la vida. El amor es la energía que mueve el mundo, vida en nuestra vida, fuerza que nos motiva, motor que nos mueve y empuja; es el que marca las diferencias entre los seres humanos, más aún que el dinero o el poder. El amor es fuerza, engendra alegría, fuerza y felicidad.
El amor verdadero es gratuito. El que ama ha de hacerlo desde el servicio, desde la entrega; ha de amar sin condiciones, con ternura, con amabilidad. El amor se demuestra en lo grande y en lo pequeño, con los detalles y con las obras.
En cada corazón humano hay grandes tesoros. El mayor de todos, sin duda, es el del amor.
En esta Navidad nos disponemos a celebrar la gran fiesta del amor. Dios nos ama y Jesús se hizo hombre por amor y nos dejó el mandato del amor. Desde entonces, parece más fácil el amarnos en Navidad.