Queridos Reyes Magos:
Muchas gracias por los regalos materiales que he recibido este año de vuestras manos dadivosas, sin merecerlos, sin haberlos pedido y sin siquiera haberlos deseado.
Hasta el último momento he rezado para que me trajerais en vuestro pesado equipaje lo que en los últimos años he perdido: el sentido del olfato, el sabor clásico de la mayoría de los alimentos, la voz cantarina de mi madre, la mirada tierna de quienes se han ido y esa alegría infantil de quien se sabe amado sin causa ni motivos.
No creo en el azar ni confío en la suerte, ni siento la ilusión que hasta hace poco sentía. Solo cuento con mi voluntad y con mi esfuerzo diario para conseguir mis objetivos.
Si el cuerpo aguanta y el alma se anestesia para no sentir dolor que me doblegue, procuraré llegar a Meta en cuantas carreras me proponga y seguir escribiendo el Libro de mi Vida sin herir a quien me lea y sin despertar inquina.
