-El ron es licor también traído allende los mares de las tierras descubiertas, que a los marineros alegraba y reponía de sus fatigas de navegantes, pues es bebida recia y añeja como el vino.
Si el ron es rancio como el vino, al amo ha de gustar asiente el ciego y, dirigiéndose al atónito heladero, le dice: Póngame un ron con pasas.
-¿Cómo se lo sirvo, en tarrina o en cucurucho? le pregunta el heladero.
Póngaselo en cucurucho grande, que el amo, al usar bastón, lo tomará mejor de esa fina manera -interviene Lázaro.
Descolocado una vez más el ciego por las novedades de la modernidad, prefirió callar y hacer caso al consejo de su lazarillo.
-Yo quiero un helado de chocolate -continúa Lázaro, con la boca hecha aguas – Servido de igual modo en cucurucho gigante.
Antes de entregar los helados y todavía expectante de sus aspectos, el heladero les indicó:
-Son cuatro euros.
Con una llave, que colgaba de un cordel cobijado en su pecho, el ciego abrió la talega, y sacó con cierta parsimonia y cuidado cuatro monedas, que entregó al heladero. Y al momento recibió la delicada textura de un cucurucho, mas al disponerse abandonar la cola y encontrándose sin el faro de su lazarillo, pues con una mano agarraba su bastón tentando el camino libre de tanta gente muda y falsa que, perpleja, merodeaba alrededor, y con la otra sentíase algo apurado, portando aquella antorcha ridícula de ron y pasas, permaneció expectante y en silencio con la sagacidad de un ave rapaz, tomando como guía el cercano taconeo de las pisadas de Lázaro.
Una vez de vuelta al ágora de la Plaza, el travieso y follonero criado que impaciente, ya había dado el primer lametazo al chocolate, al ver que el desconfiado ciego no había comenzado todavía a saborear su helado, le dijo:
Comience en probar su helado, que va a derretirse con el calor.
-¿Qué es esto que llevo en mi mano?- pregunta el ciego, con cierta cautela, al desconocer lo que realmente tenía asido entre sus dedos y esperando a que Lázaro le explicara la forma de comérselo.
-El cucurucho es oblea en donde se coloca el helado.
El amo debe sacar su lengua y lengüetear el ron y las pasas.
-¿Qué maligna manera de comer es ésta donde no bébese el ron, ni tráganse las pasas? -vuelve a preguntar esta vez sobresaltado, el ciego.
-No diga eso, que en más de una ocasión vi al amo lamer el jarro de vino y chuparse sus dedos una vez bebido.
–Elixir de Baco es el bendito vino que los religiosos paladean en la santa casa de Dios.
-Pues ahora gente profana tiene por religión el tomarse un helado en la hermosa Plaza Mayor.
Probemos, pues -asiente el ciego.
Y abriendo su escasa y pocha dentadura dio un lamido en la copa del helado y bastante debió gustarle que, sin mediar palabra de aprobación, un segundo lengüetazo al ron con pasas asintió.
-No coja prisa, que el helado, además de alimento, es refresco.
¿Qué sabor pruebas tú, Lázaro? -interroga, gustoso el ciego.
-De chocolate y sepa el amo que fue también alimento traído de las Indias, por Colón, a la reina Isabel y que el gran conquistador Cortés avisó al emperador Carlos que, cuando se toma, puede uno viajar una jornada entera sin cansarse sin necesidad de pan, ni torreznos….