Las casas de Terradillos

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Casas de Terradillos

En Terradillos las casas antiguas estaban construidas con la piedra que mi tio Ignacio El Cono y alguno más del pueblo extraían de las canteras de Sta. Barbará asentando a estas con tierra o barro para hacer las paredes.

El acceso a algunas casas se hacía primero por el corral donde estaban las vacas, gallinas, perros etc. etc. Otras casas no tenían el corral pero si tenían un portal a la entrada. Varias de ellas que tenían corral solía haber un pozo con una polea que ayudaba a sacar el agua en un cubo y echarla a una pila para que bebieran los animales, esta agua como no se analizaba era potable se podía beber, en los últimos años no se limpiaban los pozos y dejó de usarse, al estar asentado Terradillos sobre pizarra todos los pozos están picados sobre la roca.

La luz eléctrica la servían de la fábrica de harinas de los moros desde Alba, a veces era tan pobre que había que recurrir al carburo o la luz de la luna, si en la fábrica ponían en marcha alguna máquina la luz bajaba a mínimos, nos decían que de tres fases solamente podían dejar una. Cuando radiaban algún partido la cortaban para hacernos rabiar y no poder  escucharle, los mas forofos emprendían el camino hasta Alba para saber el resultado, cuando llegaban nada más podían saber el resultado. El carburo era el mejor aparato para alumbrar en las casas, las madres cosían y zurcían por las noches con esa luz, la producida con el candil de aceite o lucilina era más pobre. Para salir a la calle por la noche teníamos el farol, no es que fuera su luz buena pero no había otra cosa, cuantas veces tropezabas con alguna piedra o metías el pie en el charco.

Recuerdo que el ahorro no tenia límites, si se rascaba una cerilla se encendía el objeto y se guardaba para encender otro y otro hasta que te quemabas los dedos, o se usaban las cañas de gamoneta (vara de S. Jose), si fuera necesario para ahorrar una cerilla. Otro ahorro con ingenio el que tenían los fumadores para prender la mecha que con una pequeña pieza de acero y otra de cuarzo producía chispas al golpearlo y se encendía la mecha.

El piso en algunas casas era de pizarras irregulares más o menos lisas y sus juntas rematadas con barro mezclado con muñiga de vaca, en otras casas todo el suelo era de barro.

Sus paredes se asientan sobre una base solida sin necesidad de hacer cimientos, algunas de sus paredes exteriores miden entre 0,80 cm’, a 1,10cm’, las interiores miden entre 0,50 cm, 0,70m, de ancho, todas ellas en su interior lucidas de barro.

Los techos eran de madera o ripia no muy compacta, a veces pasaba la luz y el aire, alguna claraboya para las habitaciones más oscuras y así tener mejor visivilidad, las tejas que movían los gatos buscando pájaros producían las sufridas goteras, todo el techo era sujetado por cuartones y vigas de madera.

Las puertas interiores generalmente bajas de 1,50 x 0,80, aprox. Las ventanas de madera con dos hojas y enrejadas, sus dimensiones dependían según donde estuvieran orientadas.

Varias de estas casas tienen acceso por dos puertas, delantera y trasera, seguramente pensaban en la mejor manera de huir en caso de algún accidente. La puerta delantera con dos portones, el de abajo, con la aldaba y la clavija como sujeción y seguridad ante inclemencias o animales mayores que pudieran entrar, la gatera, facilitando la entrada y salida de los gatos, a veces se colaban otros bichos no deseados que te daban algún susto.

El portón de arriba tenía el llamador de hierro, algunos muy bonitos, generalmente una mano sujetando una bola que se hacía sonar golpeando para avisar nuestra llegada, una abertura o ranura para que el cartero depositara las cartas, la cerradura con sus típicas llaves que daban tanta seguridad, se escondía debajo del felpudo por no llevarla en el bolsillo y falta el trinquete que también hacia su trabajo.

En el exterior, al lado de la puerta, una vieja herradura o una argolla clavada en la pared para atar animales, principalmente caballerías y en el suelo la pila de pizarra para poner agua a las gallinas o la comida para los cerdos, también la parra de uvas que cuando maduraban por allí andaban las avispas para dejar su impronta, y como no, el poyo, donde en las noches de verano se pasaban muy buenos ratos de tertulia al fresco.

Después de analizar el exterior y recordando aquellos años siento nostalgia por las cosas que están a punto de desaparecer, ahora pasamos dentro de la casa. En las fotos se pueden ver parte de como eran las casas antiguamente.

Nada más  abrir los portones de entrada es la medio casa o recibidor, con su perchero, palanganero,en las alcobas, la sala o lugar de invitados y más decorado, con mesas, sillas, aparador, máquina de coser, el cuadro con la foto del abuelo, algún espejo etc.etc. En el techo puntas clavadas en los cuartones para colgar y curar los chorizos.

Desde la sala se accede a las alcobas – dormitorio de pequeñas dimensiones y poca ventilación, unas cortinas evitaban la visibilidad interior. Cada alcoba solía tener, alguna cómoda, un catre de hierro a veces con labores interesantes, el somier, colchón de lana, paja o lo que se pillara para un poco de mullique, el reclinatorio, alguna mesilla con su palmatoria y vela, la piel de oveja para el suelo y el orinal.

Una o dos habitaciones mas tenían las casas como dormitorios y aunque las familias eran numerosas se solucionaba sin problemas, unos ponían la cabecera en una parte de la cama y los otros en la opuesta y si alguno se sentía incomodo como segundo recurso tenía el suelo. En los armarios había pocas perchas donde colgar la ropa, para diario el pantalón de pana que a veces tenían tantos remiendos que no quedaba nada del original y la camisa de franela, para las fiestas, si tenías algún hermano mayor podías elegir o cambiar algo y siempre encontrabas tu talla.

La cocina con su chimenea de campana donde se curaban las morcillas y el adobo. La lumbre de paja que cuando revocaba el humo parecía que se prendía la casa saliendo este entre los huecos de la techumbre que casi te intoxicabas, donde anidaban las golondrinas, donde se prendía el hollín, donde podías ver las estrellas sentado o acostado en el escaño, podías ver si llovía, si hacia aire y dormir. El caldero de cobre siempre estaba con agua colgado de las llares, para cocer las morcillas, para tener agua templada, para cocer la comida de los cerdos, etc.etc. El pote también tenía su sitio al lado de la lumbre este recipiente de hierro fundido con patas y tapadera donde se podían cocer alimentos.

El arcón donde se guardaba la matanza y sacarla por el mes de Marzo. La olla para guardar el pan varios días y no se pusiera duro. La alacena, para la fruta, comida, vajilla, etc. etc. El botijo, que sudaba y conservaba el agua fresca, algunos inviernos que venían crudos se congelaba el agua en los cantaros dentro de la casa, la tinaja se llenaba de agua de lluvia muy buena para cocer los garbanzos evitando echarles bicarbonato y que no se pusieran negros, eran más duros que las piedras, la olla exprés termino con ellos. Muchos utensilios que ahora desechamos con muy poco huso hace unas décadas se reparaban, una olla, un candil, una aceitera, y varios objetos más de latón o chapa eran arreglados por gitanos con un poco de estaño.

En los coperos algunos platos de Talavera, hondos y vados generalmente grandes para comer a pozo toda la familia, algunos de porcelana, ollas y pucheros llenaban estas baldas.

La mesa con el cajón de las cucharas, casi siempre estaba coja, un par de cuchillos bien afilados, dos o tres sillas de bayón, y dos o tres tajos. La madre destapa el puchero de barro que el gato intento sacar el chorizo, lo vierte en el plato y todos a comer. Toda la familia a las horas de las comidas se juntan a la mesa, sentadas o de pie, se valora la comida, no se desperdicia nada, se habla, se comenta. El gato te roza el pantalón levantando el rabo esperando la tripa del chorizo, el perro a la puerta espera el rebojo, todos participan de la comida. La lumbre es poca, un poco de paja, borrajos, o leña, las comidas tardaban mucho en cocerse, no hay prisa, no hay que coger el autobús, el tiempo no cuenta, la tortilla de patatas quedaba muy rica a esta lumbre.

En invierno las noches en el pueblo son muy largas, el escaño, el escabel, la familia alrededor de la lumbre, una noche y otra y otra, comunicación entre todos, el mejor rincón es para el abuelo él les cuenta cuentos a los nietos, estos se duermen, un beso y a la cama. La cocina, la lumbre, era el mejor colegio.

Jesús de Alba García

Autor

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