Vivo en una comunidad en la que son más importantes las fiestas taurinas que las vidas de personas vivas.
Vivo en una comunidad en la que se añoran tiempos pasados que quedaron en el pasado.
Vivo en una comunidad en la que el medio rural es importante cuando interesa, pero no se ponen medios reales y efectivos para evitar la despoblación y se desoyen las peticiones de quienes viven en el territorio y lo trabajan.
Vivo en una comunidad en la que se critica la paja en el ojo ajeno, pero tuercen la cabeza cuando se les señala las vigas que tienen en los propios.
Vivo en una comunidad en la que nos ponemos la zancadilla sin importar las circunstancias de la otra persona, porque prima lo nuestro por encima de todas las cosas.
Vivo en una comunidad en la que sólo a unas pocas se nos revuelven las entrañas cuando alguien dispone, a su antojo, de la vida de una mujer porque se cree con un derecho superior que nadie le ha otorgado.
Vivo en una comunidad en la que se cuestiona la valía de las mujeres porque se piensa que no somos capaces de y que somos meras vasijas para traer a este mundo sanos hijos del patriarcado e hijas sumisas y devotas.
Vivo en una comunidad en la que la Santa Madre Iglesia es blanca e impoluta y no son capaces de señalar a los garbanzos podridos que les corroen desde las entrañas.
Vivo en una comunidad donde las alianzas no se crean por el bien común, por el Estado de Bienestar, sino por el “bienestar” de unos pocos.
Vivo en una comunidad que me gusta, pero que, a la vez, me provoca grima por sus ideas que no avanzan y por el egoísmo de algunos.
Vivo en una comunidad con dorados campos, con grandes explanadas de trigales y encinas que dan cobijo al ganado que camina a sus anchas.
Vivo en una comunidad repleta de pequeños núcleos de personas que luchan por continuar con su legado mirando al futuro sin temor a que entren las mejoras que les hagan avanzar y les presten comodidad.
Vivo en una comunidad donde la historia se puede contemplar en cada piedra, en cada muro, en cada pantano que pierde agua con el calor extremo que nos empieza a abrasar desde hace algún tiempo y que nos lleva casi al límite.
Vivo en una comunidad donde la juventud se aleja buscando aquello que no le pueden ofrecer en su tierra y que vuelve cada verano para recordar viejos tiempos plagados de felicidad y anécdotas.
Lástima que en una comunidad de ciegos, el Rey sea el tuerto.
Recomendación literaria: La Ramajería: identidades por descubrir de Fco. Javier San Vicente Vicente
Recomendación musical: Hez de Lago Sanabria de Entavía