Se asoma a la ventana y observa el mundo pasar.
Acomoda los visillos para tener un mejor campo de visión y que, desde el otro lado del cristal, pase casi desapercibida.
Encima de la mesa descansan unas tijeras junto a revistas que tienen huecos en blanco.
La estilográfica, que era de su padre, reposa encima del cuaderno donde recoge todo lo que se le pasa por la cabeza y el corazón.
Suspira mientras contempla el tiempo y la vida pasar, añorando la residencia familiar de la provincia y la Gran Manzana.
Siente un escalofrío y cierra los ojos mientras sonríe al sentir que algo toca su hombro.
Esa noche ha vuelto a hablar coa súa nai. Le ha contado cómo se siente, las ideas que fluyen por su cabeza y que no la dejan descansar, sus preocupaciones, …
Rememora La Charca en la que vivió feliz sus años de infancia y juventud.
Decide que, por la tarde, se acercará al Café Gijón a tomarse un café y charlar con alguno de los habituales.
La casa se le cae encima y necesita poner remedio de alguna manera.
Invoca a las meigas, mientras observa como dos amigas conversan al otro lado de la calle y se despiden con un abrazo.
Un pequeño gorrión se posa en el alféizar de su ventana y comienza a piar. Parece desorientado y su piar desesperado. Su cabeza se mueve sin descanso, sin dejar de piar. De pronto, sin avisar, emprende el vuelo.
La casa de Doctor Esquerdo está demasiado en silencio.
Se sienta delante de su mesa ocupada por la máquina de escribir escupiendo un papel e incitándola a que siga con la tarea.
No deja de mirar a través de la ventana. Hacia la nada y hacia el todo.
“Carta velha, la escritura es como la costura, un noble arte para armarse de paciencia”, le decía su madre.
Decide ir a pasear. Despejar la mente, pensar en otras cosas para poder rematar la historia que tiene entre las teclas de esa endemoniada máquina y que no consigue sacar.
Se pone el abrigo y se coloca con elegancia y coquetería la boina, acomoda su cabello y recoge el bolso, comprobando que en su interior está el cuaderno y el bolígrafo que siempre la acompañan.
Cierra la puerta al salir con determinación.
Recomendación literaria: “Caperucita en Manhattan” de Carmen Martín Gaite