Consentimiento

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Parejas y ligues en Salamanca

Consentir.

Dar tu aprobación a algo.

Consentir.

Estar de acuerdo en hacer algo.

Hablar de consentimiento se ha puesto “de moda”. Una palabra que, hasta hace relativamente poco tiempo, parece que había estado olvidada y que se daba por supuesta en muchos casos.

Dar por supuesto.

Entender que algo es cómo crees, sin preguntar, sin cuestionar. Dar por sentado, como verdadero, como veraz.

Pero el consentimiento es mucho más importante de lo que creemos. Conlleva más implicaciones de las que suponemos.

El problema es ése: dar por supuestas las cosas sin generar previamente un diálogo, sin preguntar, sin tener en cuenta a la otra parte.

Poner ejemplos estrambóticos, exagerados nos hace darnos cuenta de las situaciones vividas y de los errores cometidos.

O no. Pues no hay más ciego que el que no quiere ver.

Imaginemos que alguien nos pide prestado dinero. Consentimos en prestarlo, pero sin poner una fecha concreta.

Salimos de fiesta. Bebemos más de la cuenta. En ese estado de semiinconsciencia y exaltación de la amistad, donde todo es estupendo, maravilloso, extraordinario…la otra persona decide que es el momento de tomar prestado el dinero que consentiste en darle. Y así lo hace. Sin ser tú consciente. Sin que tú hayas decidido que en ese momento es cuando querías prestarle el dinero.

Y se crea una mala relación entre ambas porque la otra persona dio por supuesto que el consentimiento dado para prestarle dinero se podía hacer efectivo en cualquier momento. Pero tú no lo entiendes así. Sientes que te ha robado aprovechando tu estado de “exaltación de la amistad”.

Y algo se rompe entre ambas partes. Algo ha cambiado.

En Derecho se habla del consentimiento viciado.

Un sí, pero con matices. Un sí, como diría mi abuela, con la boca chica.

Extrapolemos lo que acabo de contar a cualquier otra esfera de nuestra vida.

Desgraciadamente, en algunas situaciones que viven parte de la población, el consentimiento está en el limbo de las palabras que se presuponen, que se dan por supuesto, aunque no se digan.

El consentimiento se olvida cuando se trata de satisfacer a una de las dos partes, haciendo caso omiso de lo que opine, quiera, desee la otra parte, aquella a la que no se le “da permiso” para consentir porque se da por hecho que la respuesta será sí.

Una mirada, un gesto, un silencio, una caricia, una sonrisa, una caída de ojos… Cualquier cosa significa una afirmación porque le conviene, porque le interesa.

Conversar. Dialogar. Tener en cuenta a la otra parte. Esto es lo importante. Situarnos en un plano de igualdad, siempre.

LIBRO RECOMENDADO: “¡Hola, consentimiento!” de Melissa Kang y Yumi Stynes

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