Machiruladas

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Celebracion futbol seleccion femenina

Mi tío Andrés era un amante del fútbol. Del fútbol en todas sus versiones. Le daba igual el equipo que jugara, aunque en los últimos años dijera que era más partidario del Atlético de Madrid y del Cholo. Se podía ver partidos de la selección española como partidos de algún equipo inglés o alemán. Él era un aficionado del fútbol en toda su extensión.

Este domingo hubiese disfrutado del partido que convirtió a las chicas del equipo femenino español en CAMPEONAS del mundo. Lo hubiese sufrido, se hubiese emocionado, lo hubiese gozado y, al final, lo hubiese cantado y sonreído al ver conseguir un gran premio a estas grandes jugadoras.

Le estoy imaginando levantándose del sofá, gritando de emoción y haciendo el gesto de “toma, toma” con su brazo derecho.

No estábamos de acuerdo en todo, por supuesto. Yo estoy más enfocada a lo social y él era más recto y serio (su formación y trabajo así se lo enseñaron). Pero estoy convencida de que hubiésemos estado de acuerdo en que el comportamiento que ha intentado empañar la celebración de este triunfo deportivo femenino, y que aún sigue coleando, es inaceptable y que ese hombre que ha abusado de su situación de poder tendría que estar en la calle ya.

Siempre digo que las comparaciones son odiosas, pero, en ocasiones, no queda otro remedio.

Durante el fin de semana, otra mujer, Marta Pérez, se ha declarado campeona mundial de los 20 km marcha.

Si comparamos las reacciones de los entrenadores, vemos que hay un abismo entre ambas deportistas.

En el vídeo que se puede ver por redes sociales, tras la victoria, Marta se abraza a su entrenador y las palabras de éste siguen siendo de motivación y le da a ella el valor y el reconocimiento que se merece. Él se “aparta” para dejarle a ella todo el protagonismo, pues es ella quien realmente tiene que estar en el foco de la noticia. Sigue adelante con su labor de entrenador, de acompañante.

Por el contrario, en el caso de la selección femenina de fútbol, ellos (bien el entrenador y el presidente de la Federación) tienen que estar en el foco empleando el masculino genérico (cuando la inmensa mayoría son mujeres y son ellas quienes lo han logrado), realizando actos obscenos e inapropiados en la celebración, actuando de forma incorrecta y ejerciendo su poder en la entrega del trofeo.

Prácticamente un país entero gritando y coreando al equipo femenino y tienen que llegar los machirulos de turno y emborronarlo todo, dando la nota discordante.

La prensa extranjera se ha hecho eco y ha tachado de sexista e inapropiada la actitud del representante del fútbol español.

El uso del masculino genérico, cuando la inmensa mayoría del grupo son mujeres y quienes han logrado la gesta han sido ELLAS y sólo ELLAS con su esfuerzo, tesón, trabajo en equipo e individual… Las portadas de los diarios con expresiones que no tratan de ocultar el machismo reinante aún en el periodismo, sobre todo, en el deportivo. El corporativismo que reina en esta profesión, donde, en el ámbito deportivo, aún son muchos hombres los que llevan años liderando los programas y las opiniones. Abuso de poder a la hora de celebrar el éxito de unas mujeres que trabajan en una entidad dirigida por un hombre.

El cuerpo de la mujer y la decisión femenina parece que sigue poniéndose en tela de juicio y se trata de aplacar poniendo el foco en que era un acto inocente entre dos personas a las que le une una amistad (no me lo creo), tratando de restarle importancia y, en último caso, incidiendo en que ella podía haberse apartado.

Pero, según van pasando los días, nos llegan imágenes con más comportamientos inadecuados y que se basan en el ejercicio de abuso de poder para acallar las voces que han denunciado que lo sucedido el domingo 20 en la entrega de trofeos es una agresión sexual con todas las letras.

Estamos ante un hecho claro de cultura de la violación. Vamos a pararnos durante un momento y vamos a imaginarnos una situación hipotética en la que la persona que tiene el poder a raíz de ostentar un puesto de responsabilidad es una mujer y la persona subordinada que hace una gesta que le lleva a obtener un premio es un hombre.

Si en una situación de exaltación por la emoción, la alegría, la adrenalina, es la mujer la que soba, emplea términos incómodos y malsonantes y, finalmente, se acerca al hombre y le da un beso sin que medie una relación sentimental entre las dos partes, sin que haya un consentimiento expreso por parte de él, nos chirría, perdonadme que os diga, pero estamos ante un acto machista y que es considerado una agresión sexual.

Cuidado, en este ejemplo de situación hipotética, si desde el primer momento hay algo que no te cuadra, reitero mi afirmación, estamos ante un acto machista porque nos tendría que resultar raro en ambos casos: cuando quien lo hace es un hombre o una mujer.

Pero vamos a ir más allá con este ejemplo. Si en los partidos escolares nos resulta incómodo, si vemos mal que el entrenador esté sobeteando, dando besos en la boca a diestro y siniestro a nuestros menores. ¿Por qué algunas personas, hombres, sobre todo, no ven la importancia de señalar que este señor lo ha hecho fatal valiéndose de su cargo directivo y que es un agresor sexual?

En el caso de los/as menores yo soy la primera que pongo el grito en el cielo y salto a la yugular, por supuesto. Pero en el caso de Jenni Hermoso también, porque es una agresión sexual cometida por un superior. Ella no tiene la culpa ni la responsabilidad. Es algo que hemos visto millones de personas, aunque después quisieran hacer desaparecer el vídeo, presionaran a la jugadora y su familia para que apareciera en el vídeo de disculpa… Es una agresión sexual cometida por un ser miserable que merece estar fuera de una entidad que representa a este país.

El fútbol siempre ha sido un lugar de machitos donde se ha ninguneado a la mujer, se la ha tratado de denigrar y de ocultar. Pero desde hace unos días, eso ya no volverá a suceder porque, como siempre, hemos demostrado que valemos, que podemos y que somos inmensas. También estamos demostrando la sororidad y que ya no vamos a estar nunca más calladas.

 

Recomendación literaria: “Marta no da besos” de Pablo Macías y Beatriz Gaudes.

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