La batalla de Los Arapiles, librada el 22 de julio de 1812, fue, indudablemente, una de las batallas mas decisivas de la Guerra de la independencia. La jornada concluyo con la aplastante victoria del ejercito aliado de Lord Wellington- compuesto por británicos, portugueses, alemanes y españoles- sobre un ejército francés cuyo comandante en jefe era el mariscal Auguste Marmont. A consecuencia de la debacle imperial en Salamanca, el rey José I Bonaparte tuvo que abandonar Madrid y retirarse hasta Valencia. Además, los franceses perdieron sin remedio las bases y los arsenales que necesitaban para volver a invadir Portugal y librarse de una vez de la constante amenaza que constituía la presencia de un ejército británico- portugués en ese país. Y, por encima de todo, esta derrota francesa marcaría, junto con la desastrosa campaña de Rusia de 1812, el principio del fin del dominio de Napoleón sobre Europa.
La noche previa a la batalla de Los Arapiles, una tremenda tormenta descargo toda su furia sobre el ejercito aliado, parte del cual marchaba para vivaquear en Carbajosa de la Sagrada y sus proximidades. Los jinetes británicos, que ya habían acampado, tuvieron que emplearse a fondo para sujetar sus monturas, perdiendo varias decenas de ella y sufriendo golpes y heridas debido al nerviosismo de los animales. Cerca de allí, en la alquería La Pinilla, pasaron la noche Wellington y su estado mayor. Su homólogo francés, el mariscal Marmont, escogía el poblado de Otero de María Asensio, apenas a diez kilómetros a vuelo de pájaros, situado entre Villagonzalo y Calvarrasa de Arriba.
La intención del general aliado era no luchar a no ser que fuera absolutamente necesarios o se presentara una oportunidad irrenunciable. El día siguiente le ofrecería la ocasión esperada, que supo aprovechar para arrollar al ejército francés del mariscal Marmont.
