El análisis sobre el test de inteligencia emocional (Parte IV)

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¿Qué dicen los filósofos sobre la ira?

Aristóteles habla extensamente de la ira y en su obra más conocida “Ética a Nicómaco”, dice que una persona de buen carácter puede enfadarse a veces, pero sólo como debe. Tal persona, continúa, podría enfadarse demasiado pronto o no lo suficiente, y aún, así, ser elogiada por su buen carácter.

Esto lo escribió en el siglo IV a.C. por lo que nos revela perfectamente que a lo largo de la historia los filósofos de diferentes épocas ya se preocuparon de discernir los cambios en los estados de ánimo.

Ahora que estamos en la tercera década de este siglo XXI seguimos haciéndonos preguntas que tienen que ver con la conducta humana, con el comportamiento diario de una persona, sea en su entorno más íntimo o en el ambiente laboral. Justamente, éste último ha interesado en particular a los estudiosos de la psicología organizacional. Y muy especialmente, desde los años 90 del siglo pasado, se produce una revolución en cuanto al rol que la inteligencia emocional tenía en nuestras vidas, fuera en las relaciones interpersonales en entornos laborales o familiares.

Por eso, continuando con El análisis sobre el test de inteligencia emocional (Parte III)” del pasado viernes 26,  abordamos hoy otra interesante pregunta del test de inteligencia emocional Cómo sacar partido a un test de inteligencia emocional .

La pregunta es: ¿Qué tan rápido sabes cuándo estás empezando a perder los estribos?

Pero antes de darte la pista de cada una de las respuestas que te proponíamos, o sea si lo hacías muy lentamente, o solo lentamente, o bastante rápidamente o muy rápidamente (las tendrás al final de este artículo), vamos a profundizar un poco en qué es lo que nos lleva, como se dice coloquialmente, “a perder los estribos”. O sea, vamos a adentrarnos en profundidad en el temperamento, ese sello de identidad (la parte visible) del carácter de una persona.

Profundicemos en el sentimiento de ira: consecuencias y cómo nos afecta

Como es habitual en este serial de inteligencia emocional, vamos a profundizar a continuación sobre las diferentes aristas que la ira tiene y cómo nos afectan.

¿Podemos gestionar mejor la ira?

Supongamos que hemos tenido un problema con un jefe o un compañero de trabajo. Nos viene preocupando alguna actitud que ha tenido hacia nosotros que consideramos injusta. Estamos calentando el enojo y puede terminar en ira. Si la reprimimos, por ejemplo, estamos “rabiosos” (ese enojo límite que tratamos de disimular) se nos refleja en el rostro. Pero que como no hemos tenido “la decisión” (mejor dicho, quizás, la valentía) de enfrentar la situación, no hemos podido tratar el tema que es motivo de tanta molestia y sensación de menosprecio hacia nuestra persona. Esto nos ha sucedido a todos en algún momento, especialmente, en los ámbitos laborales.

Pero la ira es como un volcán que cuando se produce la erupción, complica la situación porque incluso puede asustar nuestra reacción a las personas de nuestro entorno. El problema de la supresión (esa ira contenida) es que crea una montaña de sentimientos explosivos que eventualmente pueden estallar de manera dañina, desde enfermedades físicas y depresión hasta comportamientos autodestructivos.

No nos interesa que nos afecte cualquiera de los daños posibles, porque todos ellos no solo afectan la salud física y emocional, sino que nos condicionan, al menos en ese ambiente de trabajo, nuestro futuro. Es el momento en que nos hacemos preguntas tales como, ¿Tendré que seguir aguantando a este jefe o a este compañero? ¿Cuánto tiempo voy a tener que hacerlo? ¿Seré capaz de mantener la calma y evitar que mi enojo se convierta en ira y complique más las cosas?

La cuestión es que tenemos que hablar con nosotros mismos, mirarnos a nuestro interior (lo que llamamos “visión interior”) y tratar de revisar nuestros valores y principios que son los que nos guían a diario en nuestra forma de conducirnos en la vida, y ver, si hay algo que debemos corregir o cambiar. Tratar de discernir si esta ira acumulada realmente se justifica o es una reacción exagerada a algo que nos molesta, pero que en el fondo no habría que haberle dado tanta importancia.

La ira es un mensaje que nos llega con más o menos cuota de racionalización (análisis crítico de nuestro hemisferio izquierdo) porque las emociones y sentimientos que ha desatado (un enojo extremo, en ocasiones muy violento) que se han generado en el hemisferio derecho, deja poco espacio para nuestra reflexión y razonamiento. Este es el problema. Tienes un grado de molestia tan fuerte que te produce angustia y ansiedad. Porque según tu razonamiento y especialmente tu forma de ver las cosas (tu percepción de la realidad), entonces las emociones y sentimientos que arrancan de una simple molestia que debió ser intrascendente, se convierte en una reacción explosiva y que afectará cuando ocurra, tus relaciones interpersonales con las personas que según esa percepción que tienes, son responsables de algo que consideras es inadecuado o que te perjudica.

Puede ocurrir que alguien haya dicho algo (un comentario al pasar en el grupo de trabajo) que a ti te ha molestado, pero tú lo ignoras (o sea, no te dejas llevar por los sentimientos) al menos en ese momento, por tanto, lo que haces es estar ignorando el desencadenante.

En cambio, si algo es lo suficientemente importante para ti como para provocar la emoción, obviamente es demasiado importante para descartarlo. O sea, la cuestión no es que el enojo se convierta en ira, sino la proporción de la reacción que tengas en función de cómo ha sido tu comprensión y percepción de problema.

Pero como nuestra naturaleza humana es más sabia de lo que imaginamos, nuestro cuerpo también nos indica cuándo percibimos que vamos a enojarnos muy seriamente.

La ira a menudo se desarrolla tan rápida e intensamente que es difícil reconocer que te sientes enojado antes de reaccionar. Pero si somos capaces de reconocer lo que la ira hace a nuestro cuerpo, esa transformación del rostro empezando porque sentimos un calor que se refleja en el color que toma la piel (roja o algunas manchas que afloran), si hemos aprendido un poco de la inteligencia emocional que nos ayuda en todos los órdenes de la vida, podremos haber creado un espacio entre el desencadenante y su reacción. Y esto es importante, para encajar nuestra parte emocional que nos decimos a nosotros mismos: “calma” o eso que decimos coloquialmente “cuenta hasta cien” o “respira profundo”.

Ese lapso ha sido fundamental para evitar la reacción explosiva, evitando así deteriorar más las relaciones interpersonales. O sea, el que hayas tenido control sobre las reacciones a tu ira ha sido la clave para evitar un conflicto mayor, que seguramente, una vez desencadenado, no habrá vuelta atrás en la recomposición de esa relación, que en el trabajo significa un gran paso atrás.

Por tanto, es posible controlar nuestras reacciones a los desencadenantes, neutralizando de esta manera las respuestas impulsivas, lo que nos brinda ese espacio para considerar la situación y elegir hablar o actuar de la manera que mejor nos convenga.

Cuando las reacciones no nos permiten escuchar al otro

Las reacciones explosivas tienen consecuencias: destruyen, aunque de manera silenciosa, todo tipo de relación. Cuando hay una reacción verbal violenta ente un jefe y un empleado, solo piensan en lo que pueden decir a continuación para ganar la discusión. Al final, ambos pierden, porque nadie está escuchando. A jefes con mucha experiencia les ha ocurrido de perder los papeles. Y esto conduce a una relación en la que uno o ambos caminan sobre un abismo en el que están forzando mantener un equilibrio (pero que es ficticio) porque si bien se quiere evitar una pelea aún mayor, los problemas subyacentes a los intercambios acalorados nunca se revelan ni se resuelven. Lo que sí dejan, son grandes heridas que cuesta cerrar.

Sabemos que el “mindfulness” (atención plena) nos ayuda a mejorar la inteligencia emocional. Son muchos los estudios que muestran que la práctica del mindfulness es esencial para mejorar la autoconsciencia, lo que a su vez ayuda a mejorar el autoconocimiento. Y esto nos lleva a un mejor reconocimiento de las emociones, tanto propias como ajenas, lo cual deriva en una mejor gestión de las relaciones interpersonales. Por tanto, podemos afirmar que cuando ejercemos la atención plena es lo opuesto a la reactividad (especialmente las que ejercemos fuera de control, dejándonos llevar por la ira).

Cuando la ira no la gestionamos de manera eficiente nos coloca en situaciones en la que finalmente no obtenemos ni nosotros ni nuestros seres queridos lo que necesitamos o deseamos de la vida y de los demás.

Aprendamos a dar el primer paso

El primer paso para cambiar la forma en que interactuamos con los demás es identificar los problemas y aceptar nuestra responsabilidad. Un buen síntoma de madurez es aceptar nuestra responsabilidad de nuestros actos, en vez de echar siempre la culpa a los demás (síntoma de inmadurez). Tenemos que hacer una revisión muy honesta de cuál ha sido el papel que la ira ha jugado en nuestras relaciones. Es el momento de toma de consciencia para iniciar un proceso de aprender a acceder y procesar nuestros sentimientos.

Cuando somos conscientes de un daño que hemos causado podemos repararlo revisando nuestras actuaciones y aceptando la responsabilidad. Esto nos ayuda a cambiar nuestra forma de pensar, por ende, nuestra conducta habitual (sin duda se mejora). Y también es una clara toma de control sobre nuestra vida, porque no solo habremos aprendido a gestionar mejor las emociones, sino a ser más compasivos, preocuparnos por el otro y mostrar gratitud.

Si nos comprometemos con nosotros mismos a cambiar nuestra forma de pensar y comportarnos, recuperamos el control sobre nuestra vida, siendo capaces de aplicar la atención plena para reparar heridas emocionales.

Preguntas y respuestas que te surgen al haber leído hasta aquí:

1º) ¿Cómo puedes saber cuándo estás perdiendo el control de tu ira?

Dado que se ha convertido en un hábito negativo en tu persona eso de sentirte siempre enojado y con frecuencia tu ira fuera de control, terminas finalmente arrepintiéndote tanto de algo que has dicho o hecho. Pero si sabes que son las cosas pequeñas o insignificantes las que te hacen saltar como la espuma, sería un error de tu conducta (no haber aplicado la atención plena) para evitar y/o neutralizar este tipo de situaciones que terminan siempre perjudicándote.

2º) ¿Por qué de repente estoy perdiendo los estribos?

Y esta pregunta requiere una segunda: ¿Qué causa los problemas de ira? Son variadas y muy diversas las cosas que pueden desembocar en un estado de ánimo de ira. Podemos atribuirlos a un exceso de estrés que no estemos controlando, a problemas tanto laborales como familiares, la situación financiera de ese momento, la relación con los hijos adolescentes, etc. Si bien la ira en sí no se considera un trastorno, sí es un indicador de que estamos teniendo un problema subyacente. A veces, es un claro síntoma de varias afecciones de salud mental.

3º) ¿Cuándo se convierte la ira en un problema?

Como casi todas las acciones de las personas en la vida, la ira no es una excepción, convirtiéndose en un problema potencial serio cuando se sale de control y te hace daño a ti o a las personas que te rodean. Situaciones que se dan cuando expresas tu ira regularmente a través de un comportamiento inútil o destructivo, lo que tiene un impacto negativo en tu salud física y mental en general.

4º) ¿Por qué me enfado tan fácilmente y pierdo el control?

Puede corresponder a un evento presente que has considerado injusto cómo te repercute, por ejemplo, el nombramiento de un compañero a cargo del equipo y que no se te haya tenido en consideración, pero que en vez de analizar con serenidad los pros y contras de la situación actual, te estás dejando llevar por las experiencias del pasado, algunas que has tenido traumáticas y que siguen pesando en tu forma de conducirte en la vida. Es el caso de que no confías en nadie porque en algún momento una persona cercana a ti te falló y te provocó una gran herida. Crees que todo el mundo actúa igual.

Pero la situación pasada personal nada tiene que ver con la promoción presente de un compañero con el cual te llevas bien y que sería ilógico pensar de tu parte que desde que lo han nombrado ya no te merece confianza, lo que será un elemento corrosivo a las relaciones interpersonales con el nuevo jefe y con el resto de miembros del equipo.

Para arreglar tu temperamento que reacciona a la primera ocasión que se le presenta, aunque no haya motivos para hacerlo, es fundamental nuevamente tomar control a través de la autoconsciencia, o sea, como venimos diciendo, atención plena, pensar antes de hablar y proceder, medir no solo tus reacciones sino la de los demás, ver en qué va a mejorar la situación (tu percepción) el hecho de un enojo violento. Generalmente no la mejora en nada, por contrario, empeora las relaciones con los demás y sales perjudicado.

Por tanto, relájate y una vez que estés tranquilo, puedes expresarte a ti mismo, de manera sosegada y reflexiva cuáles son tus preocupaciones y si de verdad tienen entidad suficiente para hacerte rabiar y explotar. Identifica las posibles soluciones, tómate un respiro y descanso, por ejemplo, una buena caminata practicando respiración profunda y meditación, que te cambiará el panorama porque vas a percibir cierta luz donde veías sombras. Siempre ocurre que cuando racionalizamos en parte las emociones a través de la reflexión, bajamos esa tensión que puede desembocar en estos estados de ira que nos perjudicarán.

A continuación, veamos las diferentes respuestas que hayas podido dar a la pregunta de hoy

Te recordamos la pregunta: ¿Qué tan rápido sabes cuándo estás empezando a perder los estribos?

En el caso de que tu respuesta haya sido “muy lentamente”

Es que no has tomado consciencia cuando tu estado de ánimo, habiendo arrancado de un enojo, se convierte en ira. Estás en una categoría de personalidad que reacciona con frecuencia con enojos (altos y disonantes) sin haber analizado previamente si valía la pena preocuparse en exceso y provocar una tensión personal y en el grupo, que termina erosionando las relaciones interpersonales.

Si tu respuesta a la pregunta ha sido “lentamente”

Es que al menos hay momentos de lucidez en la actitud que estás tomando, a pesar que la ira está en proceso agudo de crecimiento.

Si la respuesta ha sido “bastante rápidamente”

Sin duda estás siendo muy consciente de la situación que te ha llevado a un enojo extremo, pero que sabes que te conviene controlar, que no se desboque porque tendrá consecuencias muy negativas en las relaciones interpersonales, sea en el trabajo o a nivel familiar o con amigos.

Si la respuesta ha sido “muy rápidamente”

Estás muy consubstanciado de la importancia que la atención plena tiene en la gestión que haces de tus emociones. Es un indicador que te has preocupado un poco en mejorar tus conocimientos de inteligencia emocional y cómo aplicarlos para que sean beneficiosos tanto para tus relaciones con los demás, especialmente en tu trabajo, como para tu salud, evitándote situaciones como que un enojo de una cuestión menor, pueda llevarte a un momento de ira que para nada te beneficia.

 

Autor

Vicepresidente del FORO Ecofin y director de www.ecofin.es , CEO de www.demuestra.com, Presidente del Instituto Ecofin de Liderazgo, coordinador académico de la Red e Latam del grupo Media-TICS. Puedes enviarme comentarios y consultas a jzunni@telefonica.net