Por ahí va la viuda.
Con su moño alto blanco y de color plata.
Sus gafas de pasta pareciesen de fondant por los brillos que ella gasta.
Abrigada con fulares que no son negros, ni lo usa para funerales.
Los vestidos de colores repletos de rayas
y las medias fucsias,
aquellas que Jane Fonda utilizaba en gimnasia.
Comentan que es la viuda alegre
porque lleva tacones, las mejillas pintadas, los labios rojos
y los ojos de sombras marrones.
En las terrazas la han visto fumar,
tomando café con tostadas de aceite y miel.
Los vecinos la observan con los cotillas prismáticos
y se deslumbran con su risa, sus dientes blancos y la horquilla amarilla.
Jamás la vieron llorar.
Ella ya lloró por dentro, y por fuera solo le queda deslumbrar.