Mi ciudad es un precipicio
A veces no quiero habitar en mi ciudad
no quiero verla desmembrada
con sus piernas retorcidas
y sus manos mutiladas
la cruz es el pecado que siempre llevo
y los estigmas llenos de gusanos
se sostienen en cada línea de mi espalda.
Mi ciudad respira cuando digo
que ya no quiero escribir sobre la muerte
y mucho menos de callejones oscuros
que no han sido concebidos.
Mi ciudad es un precipicio
en el que me hundo a diario
una habitación vacía
en la que ya no quiero entrar
un atardecer que me quema
mientras se hace posible este sueño
lleno de angustia y lamentaciones
al que he llamado vida.
Mi ciudad siempre me pregunta
como empezar de nuevo
cuando el fragor de la ceniza
es lo único que queda de su nombre
cuando debajo del manto de la noche
todavía tiemblan los edificios
y la desolación recorre lentamente
la espina dorsal de este futuro incierto.
Mi ciudad me duele como una herida
a la que se le han caído los puntos
y se ha llenado de polvo y cadáveres
la infección que hay dentro
es lo que surge de la última línea
de este agonizante poema.
Prefiero morir en Febrero
La muerte es una institución
en la que todavía no me han contratado
pero ahí trabajo a medio tiempo
con el salario por debajo del mínimo
enviando cartas e hilando funerales
recogiendo monedas en un oficio
para el que me dicen no he nacido
pero que desempeño con ilusión
mientras la agonía decide llevarme.
A veces recojo las lágrimas ahogadas
de los hombres y la sangre de las mujeres
camino por aceras llenas de casquillos
y escucho oraciones impregnadas de rencor
morir debería ser un oficio repugnante
en el que no todos podamos trabajar.
En esta empresa los derechos laborales
son una carta a los demonios
una elegía para los espectros
escribir es un acto de rebeldía
cuando quien escribe ha sido consumido
por la ruina oxidada de una guadaña
y sus ganas de vivir degolladas
por la estocada silente de la rutina
Es por eso que prefiero morir en Febrero
sin que me lancen rosas negras
o me recen cada línea del padre nuestro.
Mamá dice que cuando me muera
tendré la misma edad de los silencios
y alguien recogerá mis lágrimas
y las esparcirá en el útero del universo.
Los gatos saben cuando es hora de morir
Todos lo saben
y su mirada eclipsa figuras y fantasmas.
Rimbaud se lame las patas
y estira sus uñas en los muebles de la casa
dentro de mi sangre sigue purificando
la voz de Ronnie James Dio.
Todavía me pesan las manos
y mis huesos evitan quebrarse.
Camino hacia una montaña
un alud, o algún desfiladero
en el que deambulan las bestias.
Rimbaud levita como antiguo dios felino
por los rincones de mi ciudad.
En sus garras el poema palpita
como rojo corazón desahuciado
como cráter que se abre
en el vientre de la tierra
como parásito a punto de estallar
en cada una de sus garras.
Escucho las voces que me llaman
y las voces de los que ya no están.
El maullido de otros gatos toma vida
y la historia la escriben otros hombres
adoradores de cultos gatanicos.
Rimbaud me mira de frente
cuando estoy enfermo
sabe que la tragedia acorta la vida
sabe que la llegada de la muerte está cerca.
Rimbaud es el nombre de mi gato
y al igual que los otros felinos
el sabe cuando será el día de mi muerte
por eso acerca su lengua a mis manos
como preparando el atroz camino
para la llegada inevitable de la otra vida.
Sobre el autor
Omar Cruz es hondureño por nacimiento, estudiante de la carrera de Periodismo y Antropología, narrador, ensayista, columnista internacional, reseñador literario y autor del poemario: Hologramas de ayer, hoy y para siempre… (Atea Editorial, 2019) sus artículos y poesía han sido publicados en periódicos y revistas de México, Argentina, Colombia, Venezuela, Honduras, Guatemala, España, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana, Islas Canarias e Italia. En Septiembre del año 2022 fue finalista en el concurso de cuentos de ciencia ficción, suspenso, misterio y terror convocado por la revista literaria mexicana “Inéditos” y en Marzo del presente año ganó el primer concurso de ensayo convocado por la revista literaria española “Vuelo de Cuervos.” Su poesía está en antologías de: Honduras, Guatemala, El Salvador, Colombia, Venezuela y México. Ha sido traducido parcialmente al Francés, Italiano, Inglés y recientemente al Catalán.