Acechaba el ardiente verano,
y siempre deseaba alcanzar la luna y las estrellas con mi mano.
Engarzarlas con piedras de las amazonas.
Convertirme en guerrera, femenina y con coraje.
Cabalgando por Temiscira , abriendo las aguas del mar Negro.
Los hombres temían aquel galope,
seguro y recio.
Al mando, la bélica mujer de pechos turgentes,
cabeza y melena firme,
fijaba la mirada con desprecio.
Babieca relinchaba,
su respiración se aceleraba,
un humo negro ocultó el archipiélago.
Viajó al inframundo, con su gran espada,
y recolectó las almas.
Almas creadas de piedra y lodo,
aniquilando a los hombres,
dejando ileso al Dios de dioses, llamado Zeus.
Recuperó el colgante,
de piedra azul, con forma de luna,
rodeado de estrellas y enmarcado en oro.