Heridas que nadie puede curar,
sangran sin decir adiós.
Su mirada, dulce y cristalina,
ya no ilumina la luz del sol.
Cada anochecer buscaba a la luna,
un refugio noble al despertar.
Sobre la almohada esa niña sollozaba,
sin saber cómo dejar de amar.
Se sentía rechazada por sus manos crueles,
pero no podía en voz alta gritar.
Sus pies las olas del mar acariciaban,
y su alma empezó a naufragar.
Ese hombre nunca la había amado,
jugaba solo por jugar.
La engañaba con caricias y palabras:
ella nunca fue su prioridad.
Un día, como cualquier otro,
logró su alma enamorar.
Jamás pensó aquella bella dama,
que su amor la iba a traicionar.
Heridas que no se pueden curar…
Lucha por poderlo olvidar.
Toda su historia tallada en mentiras,
su corazón ya no lo quiere amar.