Como dice mi amigo: hacemos referentes a cualquiera.
Y estalló la bomba. Una bomba anónima por quien la dice, pero no a través de quien la cuenta, aunque con el nombre velado, parece ser, de quien ha creado a la víctima.
La inmensa parte del mundo se lleva las manos a la cabeza y/o piensa: “otra más”.
Y, de pronto, una carta de renuncia para salir dignamente, donde, de forma oculta, se deja entrever, pero sin ver. Un salir del paso achacando a cuidar la salud mental, cuando parece que era un secreto a voces, que hablaban bajito, que el sistema patriarcal campaba a sus anchas en quien, ¡oh, noble varón!, hacia ondear la bandera del feminismo señalando a aquellos que tenían comportamientos poco certeros y reprobables hacia sus compañeras, hacia las mujeres en general.
El círculo más cercano de trabajo de quien se marcha dejando la puerta abierta de la dignidad política, es igual de cómplice que quien cometía esos actos.
No valen medias tintas. Tienen que ser tintas enteras. No vale tapar y empujar a la marcha, de forma sibilina, por detrás. Hay que dar un paso al frente, reconocer que se ha hecho mal y denunciar, públicamente, lo que un compañero ha hecho.
Ya no sirve un discurso para quedar bien. Hay que tener un mensaje claro y contundente, y más cuando implica a alguien de tu entorno.
No calles.
“La vergüenza debe cambiar de bando”.
Ya es hora, ya es el momento. Y da lo mismo la posición social, económica o cultural; da igual el poder que se tenga en una empresa o en política. Da lo mismo.
Hay que contar, por pequeño que nos parezca, para que no quede impune. Para que los hombres de una vez se den cuenta de que no todo vale y no todo está permitido.
Si eres conocedora de una situación de agresión sexual, de cualquier tipo de violencia, tiende la mano, apoya, actúa. Da un paso al frente, posiciónate del lado correcto. Condena cualquier tipo de actuación machista, de violencia machista.
Recomendación literaria: “Ahora contamos nosotras: #Cuéntalo: una memoria colectiva de la violencia” de Cristina Fallarás.