Penitencia encadenada

- en Firmas
Centro Penitenciario de Topas-Penitencia

Hoy os quiero hablar de una experiencia que he vivido hace unos días en el «Centro Penitenciario de Topas». Una mañana literaria diferente, humana, gratificante, enriquecedora, pero sobre todo llena de valores que viajan en el tiempo, en silencios que sus palabras mudas provocan.

Una vida entre rejas, diferente, pero no por ello sus internos/as dejan de ser personas con alma y corazón. Tienen metas e ilusiones y por supuesto entre ellas recuperar la libertad. No todo en esta vida tiene un precio, no todo se puede comprar, el desencarcelamiento es una de esas cosas que no se obtiene con dinero, pero sí con lealtad.

Sé que es muy fácil decir: la típica frase que creo que hasta muchos de los internos habrán escuchado, «si están ahí dentro es porque algo han hecho». Es algo que obviamente no puedo negar, pero yo os pregunto.

¿No merecen una oportunidad?
¿No merecen ser reinsertados?

Sinceramente, pienso que sí. Por supuesto que hay que valorar cada caso. Yo, fui al módulo de drogodependencias, donde muchos de ellos aquel día que cometieron un fatídico error, seguramente no actuaron conscientes de lo que hacían. La droga era su general, un alto cargo que, afortunadamente en este Centro Penitenciario, se ha debilitado en sus vidas.

Estoy segura de que muchos de los internos que compartieron unas horas conmigo, serán capaces de reinsertarse. Me perdí en la mirada de muchos de ellos, en sus sueños, sonrisas e ilusiones. En esa parte de su vida truncada por la falta de libertad, es una juventud y madurez distinta. Sin embargo, no por ello inexistente.

Siguen viviendo aunque lo hagan entre rejas. Sus manos son las que descifran parte de sus sentimientos, que plasman en unos cuadros y marca páginas preciosos hechos por ellos, que me regalaron con cariño.

No nos olvidemos de que son personas que tienen sentimientos, necesitan abrazos y caricias como todos los seres humanos. Cada uno de nosotros seguramente hemos cometido muchos errores en nuestra vida y aunque nuestra condena no la hemos pasado en prisión, la tuvimos que pasar de otra manera.

Peregrinemos al pasado y recordad que nosotros no carecimos de caricias, ni besos. Ellos, sí, opino que nadie somos libres totalmente; por eso os propongo que empujemos su alma, para que abran sus alas y se atrevan a volar.

«La condena de la vida no es la que un juez impone, sino el dolor de nuestro corazón».

Quiero agradecer a Carmen Cabrera Benito, su invitación a una mañana literaria inundada de emociones, también al resto de trabajadores por su amabilidad con nosotros.
Gracias también a los internos/as del Centro Penitenciario de Topas, por escucharme con atención, por esos aplausos que os salieron del alma y por atreveros a implicaros conmigo y mi compañero en un proyecto muy bonito.

 

Autor

Almudena Merino nació en Barcelona. Sin embargo, reside actualmente en Salamanca, ciudad que la vio nacer como escritora. A pesar de su corta andadura literaria, la avalan varios títulos publicados: Reflejos de una sonrisa, Secretos de un alma callada y El escondite de una Rosa.

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