¡No me dejes que me muero!
Susurro una niña al salir,
lamentos, lloros y sollozos.
Lágrimas sin reprimir.
Sus manos poso en su esbelto cuello,
cogió aire sin poder respirar.
Con su alma afligida y callada,
sintió que era él a quien quería amar.
¡No me dejes que me muero!
Gritaba alto sin compasión,
con ternura le miro a los ojos.
Amándola lentamente junto sus labios,
a los suyos y estos humedeció.
Amaré siempre hasta tus cenizas,
su lengua el lóbulo de ella rozó.
Notó el frío de las dulces brisas,
un corazón de repente latió.
¡No me dejes que me muero!
Dos extraños el destino unió,
sentimientos que el viento silencio.
Ni sus más fieles entrañas,
se atrevieron a decirse adiós.
¡No me dejes que me muero!
Repitió enamorada al sonreír.
Cerro suavemente sus párpados,
y apoyada en su pecho se durmió.