Cuando se produjeron los movimientos repobladores de los siglos XI, XII y XIII a muchos les pareció una buena idea quedarse a vivir en este lugar: el punto exacto en el que se cruzaban la cañada que unía Medina del Campo con Plasencia y los caminos que enlazaban Ávila con Salamanca, y Arévalo con Alba de Tormes.
Tras la concesión en 1375 por parte de los reyes de un mercado semanal -que no ha parado desde entonces-, su plaza más antigua, esta en la que estás, va alcanzando la función de zoco en el que confluyen los que compran y los que venden, los que traen y los que llevan, los que quieren y los que tienen. En ella podía encontrarse de todo y hasta ella hacían por acercarse arrieros y mercaderes que viajaban de Zamora y Salamanca hacia Ávila y Madrid, al tiempo que
la atravesaban los millones de cabezas de ganado que trashumaban de arriba abajo por la Cañada Real de las Merinas extremeñas.
En uno de sus costados se alza la iglesia de San Miguel, con una fachada de aires clasicistas. En 1971 un violento incendio devastó el interior del templo, llevándose por delante el bello retablo que adornaba el altar mayor, una obra maestra del barroco y uno de los más notables de la provincia.
