“El más grande descubrimiento de mi generación, decía William James, es que el ser humano puede cambiar su vida si cambia la actitud de su mente”.
Se es lo que se piensa o se piensa como se vive. Pero es cierto que, para recuperar la salud, la felicidad, se necesita cambiar la mente y mejorar el estado de ánimo. Hay una tarea diaria, la de vaciar la mente de todos los pensamientos negativos como: temor, odio, inseguridad, tristeza, culpabilidad, por pensamientos positivos, pensamientos de amor, fe, bondad…olvidando lo que quedó atrás.
Nos dicen los psicólogos que existe en la naturaleza humana una profunda tendencia a ser lo que uno, habitualmente, imagina. Los pensamientos influyen y determinan a veces la vida de cualquier persona. “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella” (Marco Aurelio). Así, pues, para ser mejor, para cambiar la manera de vivir hay que comenzar por cambiar la manera de pensar; llegar a creer y querer lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto.
Para caminar por las rectas sendas de la vida, para apartarse del mal y obrar el bien, es necesario llenarse de pensamientos nuevos, verdaderos. Todo lo recibimos según lo creemos y deseamos. En repetidas ocasiones Jesús afirma que suceda según sea la fe de la persona.
Hemos nacido para ser felices, para ser libres. Despegarse para ser libre, es una tarea de cada día y de mucho tiempo. El ser humano se forja, para el bien o para el mal poco a poco. El ejercicio diario, la repetición de actos, nos hace virtuosos o viciosos. Nada grande se logra de repente, todo requiere su tiempo y su esfuerzo. Sin disciplina no se llega a ninguna parte. La disciplina, lo mismo que las dificultades, asusta. Un campeón necesita entrenarse para poder triunfar y lo necesita hacer con todo el entusiasmo de que es capaz. “Si el hombre buscara a Dios como busca al dinero, pronto lo encontraría”, nos recuerda san Juan de la Cruz.
Si nos aplicásemos a liberarnos de los apegos, con la misma energía con que nos aplicamos a nuestros negocios, pronto seríamos libres completamente, regularíamos nuestros sentimientos y alcanzaríamos la paz.
La libertad y la esclavitud no sólo están en las cadenas y estacas, sino en la mente, muy dentro del ser humano. Si piensas que eres libre o esclavo, lo serás, “Si piensas que estás vencido ya lo estás” (C. Barnard).
Pablo, consciente del poder de la mente, aconseja cambiar la manera de pensar para cambiar la manera de vivir, y así poder llegar a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto.