El Cristal

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El Cristal

Julia ya estaba sentada cuando entró Pau.

Sus miradas se encontraron a la vez que se saludaban con la mano. No podían decir todo lo que querían, la sala estaba llena de ojos indiscretos y oídos en alerta.

Julia le mostró lo que le había llevado: un par de libros, una baraja de cartas, una cajita de chocolatinas y una postal de sus padres.

Solo los hermanos comprendían el código, en la inocencia de esos objetos estaba el mensaje clave, el más importante.

Cuando el tiempo se acabó se habían dicho más con la mirada y los gestos que a través de ese teléfono que unía sus voces. Verse a través del cristal de la sala de visitas de la cárcel les daba más libertad para comunicarse de la que nadie allí podría sospechar. Nadie lo entendería.

Cuando Julia se sentó en su coche, de vuelta a casa, suspiró profundamente.

El alivio de saber que la venganza estaba en marcha hizo que sus músculos agarrotados se relajasen. Conectó su teléfono al coche y puso la lista de reproducción que siempre la acompañaba.

Dejó libre a sus pensamientos y se dio cuenta de que ya no había marcha atrás, Pau ya tenía las instrucciones, pronto, allí dentro, se cobraría el alto precio de haber perdido su propia libertad a cambio de ver el miedo en los ojos de quien fue testigo del último aliento de sus padres.

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