¿De dónde viene Salamanca?

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Verraco del Puente Romano

Somos lo que somos por las raíces que nos agarran al suelo. Y en gran parte, el terreno al que finalmente siempre vuelven los pies, tiene mucho que ver con cómo somos y de dónde venimos. Salamanca es ciudad, ahora casi incalificable, pero durante varios siglos ha sido celtíbera, romana, medieval e incluso renacentista entre otras muchas.

Por eso es importante situarse donde es debido, y eso significa, colocarse en los comienzos. La historia de Salamanca encuentra su origen en una pequeña aldea asentada en el Cerro de San Vicente, sobre el Río Tormes. Hablamos de la Primera Edad de Hierro, es decir, hace unos 2.700 años.

Durante esta etapa, Salamanca lo formaban un pequeño grupo de agricultores que, asentados en varios campamentos, vigilaban el río Tormes desde una sencilla muralla de la que aún quedan algunos restos en varias calles del casco antiguo. Sin embargo, su firme extensión, logró que cuatrocientos años después, abarcaran hasta el denominado Teso de las Catedrales.

Romana ha sido también la villa salmantina. Hacia el año 220 a.C, en la época prerromana, los casi cinco mil habitantes con los que ya contaba, fueron testigos del asalto de Aníbal Barca, hecho que anunció lo que tiempo después desembocaría en la conquista romana. A partir del siglo I a.C, los romanos transformaron Salamanca en una civilización y construirían un largo puente que situaría a la ciudad en punto estratégico en la Vía de la Plata.

A partir del siglo V, la decadencia de Roma, trajo consigo setecientos años de desolación para Salamanca, acarreando un descenso de la población y un declive absoluto de lo que siglos atrás era el núcleo urbano. Esta etapa oscura provocó que la ciudad quedase en tierra de nadie y expuesta a varios asedios.

Pero la labor de asentar las bases de la ciudad la llevó a cabo Raimundo de Borgoña durante la repoblación medieval en el siglo XI. El asentamiento de grupos sobre todo gallegos y francos en comunidades, trajeron consigo el resurgir de la ciudad. Él entonces era yerno del rey Alfonso VI que tras varios siglos de recopilación de arte y sabiduría y su materialización en la tradición universitaria, convirtieron a la capital en ciudad cultural de gran reconocimiento europeo. Además, restauró la sede episcopal, comenzó a levantar la catedral romana y reconstruyó la muralla celtíbera y romana.

Durante la etapa de esplendor renacentista en el siglo XVI, Salamanca estuvo decidida a convertirse en ciudad de referencia para toda la Península Ibérica. La Universidad propició la transformación de la capital en un foco cultural atrayendo estudiantes de numerosas procedencias. También la infraestructura de la ciudad comenzó a variar. Se comenzó la construcción de la Catedral Nueva y comenzaron a levantarse palacios, colegios y casonas repartidas por la ciudad.

Fue durante el siglo de oro cuando personalidades destacadas en todo tipo de materia coincidían en las calles charras para compartir cultura y enseñanza. Algunos de los más importantes fueron Santa Teresa de Jesús, Francisco de Vitoria, Fray Luis de León, Calderón de la Barca o Lope de Vega.

Sin embargo, la Guerra de la Independencia no trajo nada más que decadencia y transformación social. A pesar de ello, se construyeron la Clerecía y la Plaza Mayor, símbolos emblemáticos de la ciudad que hoy conocemos. La recuperación de esta guerra, la marcó la llegada del ferrocarril y el resurgir de la Universidad gracias a su rector Miguel de Unamuno.

Durante la Guerra Civil española, Salamanca jugó un papel de vital importancia como cuartel general de las tropas franquistas. Con la llegada de la democracia a España, la prosperidad social y económica, situaron a Salamanca como la ciudad de la cultura por excelencia alcanzando en 1988 el reconocimiento por parte de la UNESCO como Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Autor

Estudiante de Comunicación Audiovisual y Periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca.